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domingo, 30 de marzo de 2014

Citas (II): La biblioteca de Julio Cortázar

FRASEO

Cortázar lector y músico

La biblioteca del escritor argentino Julio Cortázar (Bruselas, 1914- París, 1984), que su viuda y albacea literaria, la traductora Aurora Bernárdez, donó en 1993 a la Fundación Juan March de Madrid, consta de 3786 libros de literatura, música, cine, política y cultura latinoamericanas, entre otras materias. Numerosos ejemplares están anotados por el escritor, que ha dejado en ellos huellas elocuentes de su relación con los libros. Muchos contienen dedicatorias reveladoras de conocidos autores. Los libros están en la biblioteca de la sede madrileña de la Fundación March y pueden ser consultados por investigadores. Además, una aproximación a las portadas originales y los textos de dedicatoria pueden ser vistos desde cualquier lugar en la Biblioteca virtual de Cortázar, conectándose con la página web de la Fundación (1). En este sitio hay una relación muy completa de los libros publicados por el autor y de todas las traducciones que se hicieron de ellos.

El actual centenario del nacimiento de Cortázar --y el cincuentenario, el año pasado, de la publicación de Rayuela-- multiplicaron todo tipo de referencias y actos en torno de su obra, como el que acaba de celebrarse en el pabellón argentino del Salón del Libro de París 2014. No es muy conocido, en cambio, que muchos de los libros que acompañaron al escritor en su vida pueden verse en la citada página web.

Algunas de las dedicatorias de esos ejemplares son una muestra no sólo de la relación personal entre sus interlocutores sino de un momento especial de la literatura latinoamericana. Por ejemplo, la del cubano José Lezama Lima. Rayuela se publicó en 1963 en la Editorial Sudamericana de Buenos Aires. Tres años más tarde apareció en La Habana otro monumento narrativo, Paradiso, del gran escritor y poeta cubano. El ejemplar de ese libro tiene la siguiente dedicatoria:

“Para mi querido amigo Julio Cortázar, el mismo día que recibí su magnífica Rayuela le envío mi Paradiso. Entre Ud. y yo hay un cariño muy grande, sin habernos casi tratado, a veces lo atribuyo al común ancestro voseo, pero otras me parece como si los dos hubiésemos estudiado en el mismo colegio, o vivido en el mismo barrio; o porque cuando uno de nosotros dos duerme el otro vela y cree en la buena estrella. Pronto le escribo sobre su novela. Venga otra vez por La Habana; todos nosotros lo recordamos y lo admiramos. Y lo esperamos siempre. Mi mejor abrazo es para J. Cortázar. Suyo, J. Lezama Lima”.

En una carta del escritor argentino dirigida a Paco Porrúa, el editor y segundo lector del original de Rayuela (la primera fue Aurora Bernárdez), le dice: “Vos sabés que para mí Lezama es uno de los monumentos del barroco americano: que le haya gustado mi libro me parece una recompensa como pocas”. En otra carta del mismo año, 1965, esta vez dirigida al escritor argentino Leopoldo Marechal, autor de Adán Buenosayres, señala: “Me alegra de verdad que Rayuela signifique algo para usted, porque para mí es la prueba de que esa tentativa ha cuajado, por lo menos parcialmente (…) Usted nos marcó un gran rumbo con su Adán…”

Ambas cartas figuran en el apéndice La historia de `Rayuela´ en las cartas de Julio Cortázar, publicado en la reciente edición conmemorativa de la novela (2).

CORTÁZAR EN 1967
Fotografía de Alberto Jonquières.

El mundo del jazz. Además de las abundantes referencias al contenido de la biblioteca del escritor, en la página web de la Fundación Juan March hay un amplio capítulo dedicado a la presencia de la música, sobre todo a la música de jazz, en toda la obra literaria de Cortázar (3). Y especialmente en Rayuela. En noviembre del año pasado se realizaron en la sede de esa institución tres conciertos –a cargo de otros tantos grupos de jazz— con los temas citados por el escritor en sus narraciones. Acompañó a esos conciertos una pequeña muestra de los libros sobre jazz que poseía, entre ellos un ejemplar dedicado de Scat: una interpretación gráfica del jazz (1974), del gran ilustrador y artista Hermenegildo Sábat.

En estos enlaces (4) pueden verse los programas ejecutados y sus intérpretes y oírse la presentación general del ciclo.

Los conciertos se desarrollaron a sala llena y en uno de ellos, el pianista Federico Lechner, además de tocar los temas programados, tomó un viejo ejemplar de Rayuela que estaba apoyado sobre el piano y, ante la sorpresa del auditorio, leyó en voz alta, como si fuera un tema musical más, el texto número 68 ubicado en la tercera parte de Rayuela titulada De otros lados (capítulos prescindibles).

Es éste:

                                                        68
 “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto  era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.”


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(1) Biblioteca Julio Cortázar en la Fundación Juan March:
(2) Rayuela. Edición conmemorativa de los cincuenta años de su publicación. Alfaguara, 2013. 627 páginas.

(3) El jazz en la obra de Julio Cortázar, selección y edición de José Luis Maine: