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domingo, 15 de noviembre de 2015

6. PPP: una obra abierta y en movimiento


Poesía civil y autobiografía

O sen svejàt/ dal nòuf soreli/ O me cialt jet/ bagnàt di àgrimis! Cu n´altra lus / misvej a planzi/ I dìs ch´a svualin / via coma ombrenis.
[¡Oh pecho despierto/ del nuevo sol!/ ¡Oh mi caliente lecho/ bañado en lágrimas! / Con otra luz/ me despierto a llorar/ los días que pasan/ volando como sombras.]

Este poema, titulado Alba, integra el primer libro publicado por Pasolini en el dialecto de la región del Friuli, al noreste de Italia. Es un joven de 20 años. Poco después, en 1943, da a conocer La meglio gioventù. Poesie friulane, un poemario más extenso que tendrá una extraña continuidad, ya que después de aventurarse por otros caminos en sus libros escritos en italiano, vuelve –en el último año de su vida, 1975— a publicarlo con ligeras modificaciones dentro de una antología en friulano titulada La nuova gioventù, que reúne poemas escritos entre 1941 y 1974. En  los años de su iniciación Rimbaud y los poetas simbolistas son sus modelos, como más adelante lo sería la poesía española, sobre todo de Antonio Machado y Federico García Lorca.


ANTE LA TUMBA DE ANTONIO GRAMSCI
El poeta junto a los restos del filósofo en el Cementerio protestante de Roma.

El primer libro que el poeta escribe en italiano es Las cenizas de Gramsci (1957), que da muestras de una lengua muy elaborada y tiene un rápido reconocimiento de la crítica y del público. “Las cenizas de Gramsci atestigua una mezcla verdaderamente única de inteligencia filológica y de avidez sensual: la filología misma se vuelve, en Pasolini. un medio para penetrar físicamente en el mundo popular; sus búsquedas lingüísticas y la tensión de su escritura, que roza incluso el barroco, no son sino tentativas para identificarse con la anónima realidad”, señala el crítico Giuliano Gramigna en el mismo año de la aparición del libro.

En la segunda parte, “el poeta se sincera estableciendo un diálogo con Antonio Gramsci, o mejor dicho, un monólogo delante de la tumba de éste, en una inolvidable oda civil en la que nos revela su lucha interior, moral y política”, subrayan los traductores del libro editado por Visor, Stéphanie Ameri y Juan Carlos Abril. Alberto Moravia, escritor y amigo de Pasolini,  ha precisado qué tipo de poeta civil vio en él: “La poesía civil italiana siempre es humanista, tanto la de Petrarca como la de Foscolo, Carducci o D´ Annunzio: siempre humanismo. Ahora bien, con el humanismo es muy difícil escribir poesía de izquierdas (…) En una situación no muy distinta que  la que vivió Leopardi, la gran originalidad de Pasolini fue escribir poesía civil de izquierdas, dejando de lado el humanismo y volviendo al decadentismo europeo”.

La consideración de que toda la obra de Pasolini debe ser vista como un conjunto abierto y en movimiento, que trata los problemas desde distintas perpectivas, es sostenida por el profesor de la Universidad de Boloña Marco Antonio Bazzocchi: “Pasolini es un escritor que trabaja mediante la mezcla, la hibridación, la experimentación con toda clase de lenguajes y géneros. En su poesía hay una fuerte tendencia narrativa y autobiográfica, además de ensayística; en sus novelas, al igual que en sus películas, siempre hay elementos poéticos; sus ensayos arrancan de intuiciones irracionales, a duras penas racionalizadas después”.

Con Poesía en forma de rosa (1964) se acentúa su veta autobiográfica, desde los diarios de rodaje de films como Mamma Roma  a sus viajes africanos y a la tensión cívica de sus recurrentes mirada a la historia de la Resistencia. En Transhumanar y organizar (1971) dice: “Renuncio a ser poeta original, pues su precio es falta/ de libertad: un sistema estilístico es demasiado exclusivo. / Adopto esquemas literarios trillados para ser más libre. / Naturalmente, por razones prácticas”. También se pregunta quién es la persona que escribió este libro, en el que “sobre todo prevaleció la idea, desesperada pero resignada, de que su propia vida se había empequeñecido; pero, en cualquier caso, ha aumentado el placer de vivir, en razón de la material disminución del futuro”.

Una narrativa contaminada. Como sucedería posteriormente con su primera película, Accattone (1961), Pasolini irrumpe en el terreno de la narrativa con hallazgos de concepción y lenguaje que marcan la primera madurez de su obra creativa: Chicos del arroyo (Ragazzi di vita), novela publicada en 1955, y Una vida violenta, en 1959. Su encuentro con Roma, donde se instaló en 1950, supuso “un violento trauma y una violenta carga de vitalidad” que influyeron en la escritura, durante cinco años,  de Ragazzi di vita. La novela se agotó rápidamente y empezaron con ella las denuncias y procesos por su presunto carácter “pornográfico”, que acabaron en absolución.



"RAGAZZI DI VITA"
Arriba, con los actores de sus dos primeras películas. Abajo, jugando al fútbol con chicos del suburbio romano.

El lenguaje con el que se narra la vida y el carácter de los personajes de los suburbios romanos en Ragazzi di vita acaparó rápidamente la atención crítica. Miguel Ángel Cuevas,  traductor de la versión española, lo señala: “La piedra de toque de la mayor parte de los comentarios es el problema del lenguaje. Pasolini actúa en Ragazzi una doble operación de contaminación; de un lado el dialecto romanesco está en la base de los diálogos, de otro un italiano medio lo está en las intervenciones del narrador; en los personajes la expresividad dialectal aparece a menudo entreverada de léxico jergal del lumpen…” El propio autor comenta: “Parece que mi novela Ragazzi di vita es intraducible”.  Aunque defiende sus recursos: “Las expresiones dialectales y jergales me son necesarias para escribir…aunque puedan parecer oscuras”. Es en esta contaminación estilística que el autor encuentra rasgos de sacralidad, más que en la psicología de los personajes.

 Teatro de la Palabra. A comienzos de 1966, Pasolini escribe un grupo de seis tragedias burguesas en las que se plantea una frontal modificación de las relaciones entre el actor, la palabra y el público. Las obras son: Calderón (1973, la única publicada en vida del autor); Pilade (Pílades); Affabulazione (Fabulación);  Porcile (Pocilga); Orgia (Orgía) y Bestia da stile. Paralelamente escribe en 1968 su Manifiesto para un nuevo teatro, polémica y radical divisoria de aguas con la escena tradicional y con el estilo vanguardista.

En los 32 puntos para el nuevo teatro, Pasolini  define su propuesta como “teatro de la Palabra” y rescata su carácter de “rito”. Este teatro, dice, es nuevo porque se dirige a un nuevo tipo de público, dejando de lado al “público burgués tradicional”. Se opone a los dos teatros típicos, “el teatro de la Charla, o el teatro del Gesto o del Grito”. Busca su “espacio teatral” no en el ambiente “sino en la cabeza”. Ya que el espacio teatral será frontal: texto y actores ante el público, “igualdad cultural entre estos dos interlocutores”. Se dirige a los intelectuales avanzados que son su único público. El primordial interés del teatro de la Palabra es el cultural, común al autor, a los actores y a los espectadores, que, cuando se reúnen, cumplen un “rito cultural”.


"Joven que se lava", de PPP
"Mujer con flor azul", de PPP

Stefano Casi, estudioso de la escena contemporánea,  subraya que la dedicación de Pasolini al teatro “no es ni ocasional ni marginal. Nace de una vocación genuina y constituye un elemento esencial, tanto de su producción artística como de su pensamiento. (…) Más que la tragedia griega, sus obras proyectan la tradición reciente del teatro poético que ha atravesado la Europa del siglo XX: de Lorca a Eliot, de Claudel a los contemporáneos Müller y Weiss. Es un teatro “de palabra”, que se convierte en teatro de la mente, que da prioridad a la densidad semántica de la palabra, y su misterio, sobre la acción”.

Calderón, la única obra que Pasolini dio por acabada (las restantes fueron reescritas sucesivamente), revisa el mito de Segismundo. Según  el crítico Moisés Pérez Coterillo, ese mito es “un concentrado poderosísimo del mundo que se establece en La vida es sueño, donde encaja el propio mundo poético de Pasolini y su discurso que, sin perder universalidad, rinde un entrañable homenaje  a la España sometida a la dictadura del franquismo. Algunos personajes del drama calderoniano, Segismundo, Rosaura, Estrella, Basilio, conocerán una deformación parabólica y la cámara real pintada por Velázquez en Las meninas revela en su profundidad toda la escenografía del poder y la represión”.