Cuando
Pasolini llega por primera vez a la dirección cinematográfica, en 1961, ya
tiene una considerable obra como escritor. Pero el cine irá ganando su
interés y dedicación hasta su muerte. Tiene
experiencia como guionista pero no el conocimiento técnico requerido para la
dirección. “Va descubriendo, a medida que rueda, los movimientos de cámara, los
distintos objetivos que pueden emplearse, la técnica del montaje, todo un mundo
que se abre ante él deslumbrándolo y superando con creces las expectativas que
en este nuevo medio de expresión artística había depositado”, recuerda el
crítico Miguel Ángel Barroso.
Este
aprendizaje sobre la marcha, sin embargo, no supone titubeos a la hora de
dirigir a los actores o reservas a la hora de abordar sus estudios teóricos
sobre el cine. Si bien en los primeros años el director opta por actores no
profesionales, como Franco Citti o Ninetto Davoli, a los que elige “por lo que
son” --y amigos que intervienen en
pequeños papeles como Elsa Morante, Giorgio Agamben o Natalia Ginzburg, y su propia madre, la
María de El Evangelio…-- progresivamente
va incorporando a sus films profesionales como Anna Magnani, Silvana Mangano,
Maria Callas, Orson Welles, Terence Stamp.
Es conocido su ensayo sobre el plano-secuencia, el plano sin cortes de montaje, en el que Pasolini establece la siguiente relación entre esa técnica y la realidad: “Desde el momento en que nacemos hasta el momento en que morimos, pasa ante nosotros un plano-secuencia infinito. Por tanto, el cine no es sino una máquina de rodaje ideal colocada delante de este plano-secuencia, de este desarrollo continuo de acontecimientos que pasa ante nuestros ojos (…) De esto deriva la importancia del montaje. Hay un salto, de calidad diría yo, o incluso de sentido, entre lo que representa el cine en teoría, es decir un plano-secuencia infinito, y lo que representa el cine en concreto, es decir, una película. Lo importante de una película es el montaje, la reducción de la línea infinita a un segmento, en cuyo final aparece precisamente la palabra Fin”.
Es conocido su ensayo sobre el plano-secuencia, el plano sin cortes de montaje, en el que Pasolini establece la siguiente relación entre esa técnica y la realidad: “Desde el momento en que nacemos hasta el momento en que morimos, pasa ante nosotros un plano-secuencia infinito. Por tanto, el cine no es sino una máquina de rodaje ideal colocada delante de este plano-secuencia, de este desarrollo continuo de acontecimientos que pasa ante nuestros ojos (…) De esto deriva la importancia del montaje. Hay un salto, de calidad diría yo, o incluso de sentido, entre lo que representa el cine en teoría, es decir un plano-secuencia infinito, y lo que representa el cine en concreto, es decir, una película. Lo importante de una película es el montaje, la reducción de la línea infinita a un segmento, en cuyo final aparece precisamente la palabra Fin”.
Por eso el cine no es un medio que representa la realidad, sino que la produce de
nuevo, “la re-produce” utilizando la misma realidad física, los mismos cuerpos
y objetos, y la misma secuencia temporal que quiere reproducir. “El cine, con
respecto a otras formas expresivas, anula la realidad”, concluye Silvestra
Mariniello en su amplio estudio sobre el cineasta. Desde el punto de vista de
la época, señala, las dos décadas en las que Pasolini se dedica al cine suponen
un cambio profundo en la vida de Italia, que vive el tránsito entre los años de
la resistencia cultural al fascismo y el auge del neocapitalismo, un viaje en
el que la figura del intelectual se redefine y que tendrá gran importancia en
una personalidad como la de este creador. Es así que éste revisa
permanentemente el sentido de su obra. Después de haber filmado la llamada trilogía de la vida, el cineasta “abjura”
de ella en un célebre escrito recogido en el libro Cartas luteranas, aunque no se arrepiente de haberla hecho. Las
razones que aduce, en un momento en que “todo se ha vuelto al revés”, son que
la lucha por la democratización y la liberación sexual “ha sido superada y
trivializada por la decisión del poder consumista de imponer una tolerancia tan
amplia como falsa”, la realidad de los cuerpos inocentes ha sido pisoteada por
dicho poder y lo que en las fantasías sexuales era “dolor y alegría se ha
convertido en engaño suicida, en tedio informe”.
Comentarios a la filmografía
A
continuación se citan algunas observaciones que Pasolini hizo en su momento
sobre sus películas. Y la visión de tres críticos de cine:
Accattone (1961)
“Accattone es un film que surgió en
Italia en cierto momento cultural, cuando el neorrealismo había muerto. El
neorrealismo era la expresión cinematográfica de la Resistencia, del
redescubrimiento de Italia con todas nuestras esperanzas por un nuevo tipo de
sociedad. Duró hasta fines de los años cincuenta. Después el neorrealismo murió
porque Italia cambió: el establishment consolidó
su posición sobre la base de la pequeña burguesía y el clero. Por ello, Accattone es como es (aparte del hecho
de que es como es porque la hice como la hice) por razones culturales
externas.”
El crítico
Ángel Quintana, por su parte, escribió: “El discurso místico-religioso de Accattone, inserto en medio de una
realidad suburbial que el cine nunca había mostrado con tanta crueldad, provocó
una cierta incomprensión de la crítica frente a una película que, a partir de
los postulados de nuevo cine, propugnaba la constitución de una apasionante
poética personal.”
Mamma
Roma (1962)
“Pienso que
lo que les escandalizaba en Accattone
era la mezcla entre el violento subproletariado de Roma y la música de Bach,
mientras que en Mamma Roma hay una combinación distinta, que es
menos sorprendente: la gente normal que trata de acceder a la pequeña burguesía
con la música de Vivaldi, que es mucho más italiana y está basada en la música
popular, por lo que la contaminación es mucho menos violenta y sorprendente”.(….)“La
muerte determina la vida, pienso yo, y lo he escrito en uno de mis recientes
ensayos, donde comparo la muerte con el montaje. Una vez terminada, la vida
adquiere sentido; hasta ese momento no había cobrado sentido; su sentido estaba
en suspenso y por lo tanto era ambiguo. Para mí, la muerte es la culminación de
la épica y del mito”.
ACCATTONE (1961) |
MAMMA ROMA (1962) |
“Creo que el
elemento nuevo en Uccellacci e Uccelini era
que intenté que fuese más cine; casi no hay referencias a las artes figurativas
y hay muchas más referencias explícitas a otros films (…) Toda la primera parte
es una evocación del neorrealismo, aunque naturalmente de un neorrealismo
idealizado. Otras, como el episodio de los clowns,
intenta evocar deliberadamente a Fellini; de hecho, inmediatamente después el
cuervo les habla a los dos y dice: La
época de Brecht y Rossellini ha acabado. El episodio entero es una larga
cita”.
El crítico
José Luis Guarner comentó: “Pajarracos y
pajaritos viene a ser algo parecido
a un milagro. De todas las películas de Pasolini es la que más se ofrece, en
apariencia, como un bric-à-brac imposible,
un manual de cinéfilo, una recopilación de homenajes a cineastas preferidos, un
batiburrillo de citas, ideas y estilos contrapuestos: las cómicas mudas --con
Totò reproduciendo constantemente gestos de Chaplin-, las santa simplicidad de Rossellini y su Francesco, la poesía didáctica de
Godard…”
Edipo, el hijo de la fortuna (1967)
“Tenía dos
objetivos: primero, hacer una especie de autobiografía completamente metafórica
(y, por consiguiente, mitificada); y segundo, confrontar el problema del
psicoanálisis y el problema del mito. Pero en lugar de proyectar el mito sobre
psicoanálisis, reproyecté el psicoanálisis sobre el mito. Esta era la operación
fundamental de Edipo. Pero me mantuve
muy libre y seguí todas mis aspiraciones e impulsos. No me privé de ninguno.
Ahora bien, el resentimiento del padre hacia su hijo es algo que sentía de
forma más clara que la relación entre el hijo y la madre, porque la relación
entre un hijo y su madre no es una relación histórica, es una relación
puramente interior, privada, que está al margen de la historia, es
metahistórica y, por cosiguiente, ideológicamente improductiva, mientras lo que
produce historia es la relación de odio y amor entre el padre y el hijo, por lo
que lógicamente me interesó más.”(…) “He sentido muy profundamente el amor
hacia mi madre, y toda mi obra está muy influida por esto, pero es una
influencia cuyo origen está muy dentro de mí. En cambio, todo lo ideológico,
voluntario, activo y práctico de mis actos como escritor depende de la lucha
con mi padre. Por eso puse cosas que no estaban en Sófocles”.
Medea (1970)
EDIPO, EL HIJO DE LA FORTUNA (1967) |
TEOREMA (1968) |
“En Medea he recuperado todos los temas de
mis restantes films (…) En cuanto a la obra de Eurípides, me he limitado
simplemente a unas cuantas citas. Curiosamente, esta obra está basada en un
fundamento teórico de la historia de
las religiones: Eliade, Frazer, Levi-Bruhl, obras de etnología y antropología
modernas. Medea es la confrontación
del universo arcaico, hierático, clerical, y del mundo de Jasón, mundo, por el
contrario, racional y pragmático. Jasón es el héroe actual (la mens momentanea) que no solamente ha
perdido el sentido metafísico, sino que ni siquiera se plantea problemas de
este tipo. Es el técnico abúlico,
cuya investigación está dirigida únicamente hacia el éxito.”
Los cuentos de Canterbury (1972)
“Empecé el
rodaje de I Racconti di Canterbury cuando
se presentó El Decamerón al público
italiano. Hasta ese momento yo había tenido pretextos ideológicos para hacer
películas; con esa trilogía mis pretextos son de orden ontológico. Quizá se
debe a mi envejecimiento. Cuando se es joven, se tiene más necesidad de
ideología para vivir. Con la vejez, la vida se hace más estrecha y se basta a
sí misma. Ya no tengo el problema del futuro, porque he comprendido que el
futuro es como hoy. Esta trilogía [El Decamerón,
Los cuentos de Canterbury y Las mil y
una noches] es una declaración de amor a la vida.
LOS CUENTOS DE CANTERBURY (1971-72) |
LAS MIL Y UNA NOCHES (1973-74) |
Las mil y una noches (1974)
“Años atrás,
mi ambición era la de lograr lo que Gramsci llamaba “una obra de arte nacional
y popular”. Ha pasado el tiempo. Conseguir una película nacional-popular, hoy
en día, ha resultado ser un sueño. Las masas están inertes y se ha hecho
difícil distinguir las clases sociales. Nuestra sociedad de consumo ha unificado naciones
y clases. Lo que llamamos el gran público
se reduce a un concepto numérico. Yo quería que mi trilogía de la vida cinematográfica fuese vista y comprendida por
todos; por esto decidí abordar las formas de narración más puras y simples e
introducirme en las misteriosas redes de esos cuentos genuinos que me parecen
más fascinantes y universales que cualquier otra forma narrativa moral o
ideológica.”
Salò o los 120 días de Sodoma (1975)
“Mis
películas no han sido nunca eróticas, desgraciadamente…Incluso ésta no creo que
sea erótica, puede ser que trastorne o que choque, no lo sé muy bien, pero
erótica no, jamás; quizás porque estoy inhibido y no sé representar el erotismo
en tanto que erotismo…El eros en mis películas es siempre una relación
dramática, metafórica. Hoy el sexo es la satisfacción de una obligación social,
no un placer contra las obligaciones sociales. De esto deriva un comportamiento
sexual radicalmente diferente de aquel al que yo estaba acostumbrado. Para mí,
pues, el traumatismo ha sido (y es) casi intolerable. En Salò el sexo es una
representación o metáfora de esta situación, la que vivimos en estos años: el
sexo como obligación y fealdad.
“El poder --cualquier
poder, legislativo y ejecutivo-- tiene algo de bestial. En su código y en su
praxis, en efecto, no hace nada más que sancionar, poner en acto la violencia
más primitiva y ciega de los fuertes contra los débiles, es decir, de los
explotadores contra los explotados. La anarquía de los explotados es desesperada, idílica, y sobre todo provisoria,
eternamente irrealizada. Mientras que la anarquía del poder se concreta con la
mayor facilidad en artículos del código y en praxis. Los poderosos de Sade no
hacen otra cosa que escribir Reglamentos y aplicarlos regularmente”.
SALÓ O LOS 120 DÍAS DE SODOMA (1975) |