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martes, 23 de octubre de 2012

David Goldblatt: la fotografía surafricana como dilema moral

El fotógrafo surafricano David Goldblatt (nacido en Randfontein, pequeño pueblo cercano a Johannesburgo, en 1930) ha desarrollado una penetrante observación de la realidad de su país durante más de cinco décadas, coincidentes casi exactamente con el establecimiento del régimen racista del apartheid –que ha marcado a fuego la vida social e individual de sus habitantes-- y con el período posterior de acceso al poder de la mayoría negra, un complejo mosaico de realidades llamado post-apartheid. La singularidad de su mirada, que va más allá de los hechos para indagar en las motivaciones y el espíritu que los han hecho posibles, está suficientemente plasmada en los ensayos fotográficos, siempre acompañados de textos esclarecedores, contenidos en la docena de libros que ha publicado (1).

A sus 82 años, Goldblatt, descendiente de inmigrantes judíos lituanos establecidos en Suráfrica a finales del siglo XIX, ha estado recientemente en Madrid en la inauguración de una muestra –Ex Offenders at the Scene of Crime ( Ex delincuentes en el lugar del crimen)— que la galería Elba Benítez (2) ofrece hasta 3 de noviembre. Reveladora de algunas de sus preocupaciones actuales y de un modo de aproximación a la realidad muy atento a los dilemas morales, esta exposición de 18 retratos, realizados en su mayor parte en 2010, surgió como proyecto a partir de los interrogantes del fotógrafo sobre los protagonistas del alto grado de criminalidad existente en su país.

En sus palabras: “Como víctima, me he preguntado quiénes son los delincuentes. ¿Monstruos? ¿Gente corriente? ¿Podrían ser mis hijos? ¿Son como tú o como yo? Quería ir más allá de las estadísticas, conocer personalmente a algunos de ellos, fotografiarlos y oír de sus propios labios las historias de sus vidas y sus actos”. A través de organizaciones para la rehabilitación de ex presidiarios, se aproximó a algunas personas que ya habían cumplido su pena de cárcel o estaban en libertad provisional y que fueron condenadas por delitos de distinta gravedad: desde robos en tiendas y en bancos hasta violaciones y asesinatos. Descartó retratarlos en las cárceles, y eligió el escenario donde ocurrieron los hechos para obtener las imágenes en blanco y negro que componen esta serie.

El procedimiento para que esta obra fuera posible es revelador de la actitud que Goldblatt ha mantendido en las difíciles circunstancias de su país, antes y ahora. La mayoría de los fotografiados, dice,  “estaba intentando, a menudo en circunstancias desesperadamente difíciles, rehacer su vida. Por lo tanto no los llamo criminales ni delincuentes, sino ex delincuentes”.  Las palabras han sido y son muy importantes para el fotógrafo surafricano. “¿Sus imágenes hablan por sí solas?”, se le pregunta: “No”, responde. ”Mis fotografías necesitan palabras. No son objetos preciosos ni obras de arte que puedas poner en un museo sin explicaciones. Mis fotografías son de gente real, situaciones reales y temas reales, que son importantes para mí y tal vez para los surafricanos. Para que estos asuntos queden claros no tengo problema en añadir palabras que digan al espectador qué es lo que ve” (3).

El segundo pilar en el que se asienta esta serie es la obtención de un acuerdo previo de los protagonistas para ser fotografiados: “He pagado a cada uno de los implicados unos 80 euros y todos ellos han firmado un documento dándome permiso para publicar y exhibir las fotografías y las historias de sus vidas. Aviso a cada uno que la publicación y la exposición pueden dañar su imagen en el futuro, y sólo he seguido adelante si lo han entendido claramente y están de acuerdo con ello”, relata el fotógrafo.

¿Y qué pudo llevarlos a aceptar ese trato? “No creo que pensaran que algo así los podría ayudar, pero cuando empezamos el trabajo y entendieron que yo no era un juez, ni un policía, ni un trabajador social o un activista, sino que simplemente quería escuchar su historia sin juzgarla, se abrieron y me contaron su vida. Tal vez algunos mintieran, pero eso es parte de su testimonio también, yo no he comprobado los datos” (3), dice Goldblatt.

Precisamente  la serie Ex Offenders alcanza su extraordinario y duro aliento en esa tensión entre presente y pasado, entre personas y lugares que son los mismos y a la vez han sido alterados por hechos cruciales, entre el cuerpo expuesto a la mirada y el relato en el que palpita su dimensión interior. Un aliento tan alejado de la mera contemplación documental como de la fugacidad del lirismo complaciente.

Goldblatt informa por último al espectador de estas fotografías –exhibidas en la Bienal de Venecia en 2011 y algunas de la cuales integran un libro editado en 2010--: “No pretendo ganar dinero con esta obra. Todo lo que pueda generar por encima de la comisión de las galerías irá a organizaciones para la educación y rehabilitación de ex reclusos”.  La serie cierra así su coherencia como propuesta, siguiendo la senda “apasionadamente desapasionada” con que el fotógrafo ha dado cuenta de las realidades de su entorno.

El crítico de arte George Stolz lo describe así:  Ex Offenders encaja perfectamente con el resto de los proyectos de David Goldblatt: documentar las duras complejidades de Suráfrica a través de una combinación de profunda intimidad y profunda indignación. De hecho, esta serie forma parte de una imagen más amplia, más general: es el retrato de un país tan amado como marcado por las cicatrices. Y es un retrato complejo, formado por detalles y forjado a través del tiempo, pero siempre enraizado en un sentido de lugar e imbuido de un sentido apasionado de humanidad individual”.
















Todas las fotografías están acompañadas por textos de Goldblatt en los que se narra la historia de cada uno de los protagonistas.
Las tres imágenes centrales muestran cómo están expuestas en la galería Elba Benítez de Madrid.
No hay ojo inocente. Volver al lugar donde se cometió el delito puede tener efectivamente resonancias más abarcadoras. El mismo fotógrafo “nació y ha vivido en el escenario de un crimen: el racismo”.  Son palabras de la escritora surafricana, premio Nobel de Literatura, Nadine Gordimer, con la que Goldblatt guarda profundas afinidades y con la que ha realizado varios libros. En un esclarecedor  ensayo sobre el fotógrafo (4), la narradora recuerda que nadie mira una fotografía con objetividad:  “No hay ojo inocente, ni ante la fotografía ni ante el mundo: ni el del fotógrafo ni el del público”.

Ambos compartieron en su infancia experiencias similares, vivían cerca de las comunidades mineras de Suráfrica que daban sentido a la presencia de sus padres en esos lugares: “Nuestra familias no pertenecían a la élite blanca, pero en ambos lugares las minas justificaban nuestra presencia. Nuestros respectivos padres eran tenderos al servicios de la comunidad minera: el mío vendía relojes y joyas; el suyo, ropa masculina. Vivíamos alejados de las minas, de los jefes blancos y de la vasta fuerza de mineros negros inmigrados, llegados de toda África central y meridional para trabajar bajo tierra. Sus necesidades proporcionaban nuestro sustento”, relata Gordimer.

DAVID GOLDBLATT
Imágenes de una entrevista realizada en 2010 al fotógrafo en la Fundación Cartier-Bresson
Goldblatt, por su parte, recuerda que, de noche y en la lejanía, veía el titilar de cientos de luces blancas de los cascos de los trabajadores de las minas (cuya actividad no paraba nunca), y cómo, en la mañana, muchos de ellos pasaban frente a su casa maltratados por sus jefes. Gordimer continúa: “Si bien nuestros padres distaban de ser ricos, habíamos nacido en un mundo privilegiado; y creo que la conciencia de ese hecho, aunque desalentada por la actitud y la práctica del medio blanco en que vivíamos, surgía de la presencia de las minas de oro a nuestro alrededor…Allí presencié el trato áspero y degradante que recibían los hombres a cambio de su dinero, en contraste con la aduladora acogida que nos dispensaban a los blancos en los establecimientos de la ciudad”.

Trabajando con el fotógrafo la escritora comprobó que la respuesta de éste ante estos escenarios del crimen no incluía fotografías de violencia durante enfrentamientos extremos. Goldblatt supo desde el principio que no sería un reportero gráfico, que no soportaba fotografiar la violencia explícita, aunque reconocía el valor de quienes dieron a conocer fuera de Suráfrica, mediante imágenes, el siniestro rostro visible del apartheid. La suya en consecuencia no sería una obra militante sino obsesionada por los valores de la gente y dedicada a descubrir las condiciones (“el estado del ser”, según sus palabras) que hacen posible los hechos: “Este hombre que evita el sensacionalismo”, dice Gordimer, “es el más inquietante de los cronistas visuales. Al igual que los escritores de dotes excepcionales pueden expresar lo que no aparece en su texto, el principal don de Goldblatt consiste en comunicar lo que no se muestra”.

Una vida. Esa búsqueda es la tarea de una vida. Por un lado, sobre el terreno: ha recorrido durante años más de 150.000 kilómetros atravesando Suráfrica en todas direcciones y en todos sus momentos históricos desde los años sesenta. Y, por otro, a través de la introspección y el análisis destinado, dice, “a explorar mi propio mundo”. Fotógrafo tardío,  se dedicó plenamente a esta actividad cuando tenía 32 años y tres hijos. Educado en un hogar de inmigrantes judíos moderadamente ortodoxo, de clase media, en el que los valores predominantes eran la tolerancia y el antirracismo (“este contexto de origen me influyó a medida que crecía”), tuvo desafortunadas experiencias en diversos colegios religiosos en los que sintió el antisemitismo y el sadismo de algunos profesores. A los 20 años, le atrajo el sionismo y se sintió tentado a ir al recién creado Estado de Israel. “Sin embargo”, recuerda, “con el tiempo se hizo evidente que el conflicto real no estaba en el dilema de ir a Israel  o quedarme aquí, sino en cómo asumir con la propia conciencia el hecho de ser blanco en este país. No era ninguna exageración. Era un dilema moral que surgía en muchos momentos de la vida cotidiana”. La fotografía le ayudó, afirma, a resolver esa encrucijada.

Éstas y otras observaciones que se recogen a continuación pertenecen a un extenso diálogo mantenido por Goldblatt en Johanesburgo con el escritor, editor y comisario de exposiciones surafricano Okwui Enwezor (5). Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el Partido Nacional surafricano, que había proclamado la superioridad inherente de los blancos sobre los negros, accede al poder, en 1948: “Vivir aquí”, recuerda Goldblatt, “me hacía sentir cada vez más angustiado. El Gobierno definió sus políticas de apartheid y era evidente que estábamos pasando de un segregacionismo pragmático y ad hoc a un sistema que asumía el racismo como principio ideológico básico”.






"ON THE MINES"
Imágenes de la serie que diera origen al libro sobre el trabajo en las minas de oro


























































"SOME AFRIKANERS PHOTOGRAPHED"
Miembros de la comunidad afrikáner, descendientes de colonos holandeses y alemanes

Es el momento en que “la fotografía se convirtió en mi manera de ser políticamente activo. Era un acto político. Pero debo advertir que no hubiera permitido que mis fotografías se utilizaran con fines políticos”. Lo que Enwezor llama “una politización elusiva” y el fotógrafo define como una relación de intercambio con el sujeto o tema plasmado en la imagen. “Este enfoque en cierto modo perversamente individual también me creó enemistades dolorosas con gente con la que en realidad estaba de acuerdo políticamente… como, entre ellos, el Congreso Nacional Africano y el Black Sash. Pero ambas organizaciones querían utilizar mis fotos en contextos que yo no hubiera elegido”.

Al mismo tiempo, subraya el valor de las obras enrolados en la lucha directa contra el apartheid: “Había fotógrafos con elevados ideales, talento y coraje. Produjeron un cuerpo de obra notable que trascendía enseguida las intenciones inmediatas y propagandísticas de sus esfuerzos. De no haber sido por su insistente presencia gran parte de lo que ocurrió hubiera quedado sin registrar”.

En 1976 se produjo el levantamiento de la población negra de Soweto (guetos del suroeste), donde los residentes africanos de Johanesburgo se veían obligados a residir debido a las leyes de segregación racial.  Goldblatt señala que en esa década tomó cada vez mayor conciencia de la fragmentación de su existencia y la de los suyos: “Cuando hacía fotos en Soweto”, donde estuvo seis meses trabajando, “me pasaba el día en estrechas y densas calles de pequeñas casitas, consciente de que el apartheid había prohibido conceder a los negros más solares urbanos o viviendas y de que no decenas sino centenares de miles de aquellas personas eran “ilegales”, de que vivían el terror continuo a ser detenidas…Luego, yo volvía a la espaciosa tranquilidad de la zona blanca del norte de Johanesburgo, con sus calles sombreadas y sus nuevas zonas suburbanas con casas de varias plantas y brillantes piscinas, que se extendían a través de la estepa, aparentemente sin límites”.

En 1983, inició un proyecto fotográfico que consistía en retratar el transporte en que viajaban trabajadores negros desde su distrito natal de KwaNdebele hasta Pretoria. El fotógrafo, cuyos textos son siempre precisos y evocadores, lo cuenta así: “Los primeros pasajeros salían a las 2.50 de la madrugada. El autobús llegaba a la estación término de Pretoria a las 5.45. Muchos de ellos tenían que hacer aún un itinerario de una hora para llegar a su trabajo. Así, algunos viajaban casi ocho horas al día para llegar al trabajo o volver a casa. Aquellas tres horas desde la profunda oscuridad nocturna hasta el alba, con autobuses atestados de gente dormida, fueron una de las experiencias más conmovedoras que nunca he tenido”.

"THE TRANSPORTED OF KWANDEBELE"
Imagen del viaje de varias horas desde el gueto hasta los lugares de trabajo en Pretoria

La escritora y documentalista Lesley Lawson ha señalado que, a diferencia de muchos fotógrafos que para acercarse a lo desconocido reflejan en sus imágenes momentos dramáticos de la vida de los otros, “Goldblatt ha explorado la vena profunda de la experiencia personal, no en el estilo de los fotógrafos confesionales que se toman a sí mismos como tema, sino como una sonda inexorable que penetra en la estructura subterránea de su lugar y de su tiempo” (6).

Otro de sus proyectos iniciales, integrado por retratos de algunos miembros de la comunidad afrikáner (blancos de habla afrikaans, principalmente descendientes de colonos holandeses y alemanes), permitió al fotógrafo seguir desarrollando lo que entendía como la misión de su carrera: “Quería comprender algo de lo que es un hombre, y en lo que se convierte,  en todas sus particularidades… y contener todo eso en una fotografía. Para ello, y para descubrir las formas y los matices de sus amores y temores, y los míos propios, sería suficiente”. Los afrikáner, no obstante,  no aceptaron de buen grado el espejo de sus vidas que estas fotografías reflejaban.

Fin del `apartheid´. En 1990, el presidente Frederick De Klerk anuncia ante el Parlamento la inminente legalización del Congreso Nacional Africano, movimiento de resistencia anti-apartheid, y la próxima liberación de su líder, Nelson Mandela, que estuvo en prisión durante 27 años. Aunque el Partido Nacional de De Klerk, responsable de la introducción y mantenimiento del régimen de segregación racial, gobernó cuatro años más (lo hizo, en total, entre 1948 y 1994), su anuncio hacía presagiar que se acercaba el final de un cruento período de opresión política que duró décadas.

NELSON MANDELA
Retratado por el fotógrafo en 1994
Goldblatt pensó entonces y dijo a sus amigos: “Es la revolución. Y acaba de ocurrir”. Era un gran discurso, afirmó, “porque era un discurso de abdicación”. Efectivamente, en 1994 finalizó el régimen de segregación racial y a partir de entonces se desarrolló en Suráfrica una transición política encabezada por Mandela, el nuevo presidente electo del país. Terminaba un ciclo, pero no sus profundas secuelas, que tardarán  --ha dicho el gran fotógrafo en Madrid-  "al menos medio siglo" en ser superadas.

Son procesos profundos y lentos. La obra personal de este fotógrafo (al margen de sus trabajos profesionales), los libros y exposiciones que protagonizó, está hecha en blanco y negro por una decisión deliberada. El color recién aparece en 1999, cinco años después del fin del régimen de segregación racial, en sus fotografías de familias y paisajes surafricanos: “El color ha agregado una nueva dimensión, una manera más relajada de mirar las cosas y aproximarse a ellas. Tiene que ver con el sentimiento de liberación que trajo el post-apartheid, con la sensación de no sentirse culpable cada vez que mirabas algo que no era de interés inmediato para la lucha. No es que yo haya hecho fotografías de combate, pero siempre he sido muy consciente de la necesidad de penetrar de algún modo en las raíces del sistema” (7).

Como evidencia la actual exposición de Goldblatt en Madrid, el fotógrafo mantiene su capacidad de observación y de reacción frente a los nuevos desafíos que afronta la sociedad en que vive. Sin tener una aproximación ingenua a los acusados de graves delitos, atendiendo a la complejidad de este fenómeno se rebela al ver que muchos jóvenes negros cometieron el primero de una escalada de robos,  por ejemplo, empujados por la ausencia total de alternativas: la agobiante situación de desempleo alcanza aún hoy, en edades comprendidas entre los 15 y los 24 años, casi a la mitad de la población. Y en algunas regiones ha llegado al 90 por ciento.

En el prólogo a su último libro, de 2010, que reúne una selección de imágenes tomadas durante más de medio siglo en su ciudad, señala los problemas que actualmente tienen su expresión allí.  “Johanesburgo es una ciudad fragmentada”, escribe. ”Sus diferentes partes no se integran de forma homogénea. Y tiene un nombre que no se pronuncia fácilmente. No es sorprendente que los habitantes de sus fragmentos, que están terriblemente divididos en términos de clase, de cultura, y en particular de raza, tengan sus propios nombres, sobrenombres, elisiones, diminutivos y transliteraciones lingüísticas para nombrarla…El más frecuente es TJ, que proviene del viejo sistema de matriculación de vehículos” (y que significaba Transvaal-Johanesburgo).




JOHANESBURGO
Pasado y presente de una ciudad fotografiada por Goldblatt durante décadas

La nueva división de la ciudad, la elevadísima desocupación, las profundas desigualdades sociales y otras falencias como la no adaptación del sistema educativo, son problemas que persisten y le preocupan: “La falta de ascenso social y sus consecuencias –criminalidad considerable, violencia y letargo— son elementos destructores de la ciudad”, señala Goldblatt, que sigue elaborando proyectos fotográficos en torno de estas situaciones.

En 1998, cuando Suráfrica empezaba a transitar por un rumbo esperanzador, le preguntaron si sus fotografías habrían sido más líricas si él hubiera nacido en otra sociedad. Su respuesta fue: “Mis deseos de liberación de la culpa y de lirismo sencillo fueron unos de esos giros que se producen en momentos de ociosa autoindulgencia.  Me avergüenzo de cosas que se han hecho en mi nombre, como blanco, pero también estoy contento de haber estado aquí y no en otra parte”. 




GOLDBLATT EN COLOR
Retratos de familias y paisajes suraficanos realizados en la última década

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(1)   “On The Mines”, fotos de la vida en las minas de oro surafricanas, acompañadas de un texto de la escritora Nadine Gordimer. Ciudad del Cabo, 1973.

“Some Afrikaners Photographed”. Retrato de algunos miembros de la comunidad blanca afrikáner. Johanesburgo, 1975.

“Soweto and Hillbrow”, en Exile. 1976.

“In Boksburg”. Fotografías de los nuevos suburbios de la clase media blanca surgidos alrededor de Boksburg. Ciudad del Cabo, 1982.

“Lifetimes: Under Apartheid”. Extractos de algunas obras de Nadine Gordimer combinados con fotografías de Goldblatt. Nueva York, 1986.

“The Transported of KwaNdebele: A South African Odyssey”. Retrato del largo y penoso viaje cotidiano de los trabajadores negros desde sus guetos hasta Pretoria. Con textos de Brenda Goldblatt y Phillip Van Niekerk. Nueva York, 1989.

“South Africa. The Structure of Things Then”. Fotos acompañadas de un ensayo de Neville Dubow. Ciudad del Cabo/ Nueva York, 1998.

“David Goldblatt 55”. Una selección de la obra del fotógrafo. Texto introductorio de Lesley Lawson. Phaidon Press, Londres, 2001.

“Particulars”. Retrato de negros y blancos surafricanos en escenas de la vida cotidiana. Johanesburgo, 2003.

“Intersections”, Munich, 2005.

“D.G. Photographs”, Roma, 2006.

“TG. David Goldblatt. Johannesburg Photographies. 1948-2010”. Roma, 2010.


(2)   “Ex Offenders at the Scene of Crime”. Retratos fotográficos de David Goldblatt. Se proyecta un vídeo con una entrevista realizada al fotógrafo surafricano en la Fundación Cartier Bresson en 2010. Galería Elba Benítez. Madrid.

En 2009 esta galería expuso otra serie fotográfica del mismo autor: “In the Time of Aids”.


(3)   “El fotógrafo vuelve siempre al lugar de los hechos”, reveladora entrevista de Fietta Jarque a Goldblatt (EL PAÏS, Babelia, 22/09/2012). La versión completa puede leerse en:



(4)   “Una vida súbita, ignorada e insospechada: las fotografías de David Goldblatt”, de Nadine Gordimer, texto que integra el libro Cincuenta y un años, publicado con motivo de la exposición itinerante dedicada a este fotógrafo por el Museu d´ Art Contemporani de Barcelona (MACBA) en 2002. La muestra, que conmemoraba los 51 años de actividad de Goldblatt, se exhibió primero en la AXA Gallery de Nueva York, y posteriormente en Bruselas, Johanesburgo y Ciudad del Cabo.


(5)   “Materia y conciencia: la mirada insistente de un fotógrafo no desinteresado”, de Okwui Enzwezor, publicado en el citado libro David Goldblatt: cincuenta y un años.


(6)   “David Goldblatt 55”, texto de Lesley Lawson. Phaidon Press, Londres, 2001.


(7)   “A Chronology”, de Alex Dodd. Datos biográficos de Goldblatt comentados por él mismo. 2006.