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miércoles, 23 de febrero de 2011

La batalla de las imágenes: la plata y los reinos

El infinito cruce de relatos e imágenes que circulan en las grandes ciudades forma un tejido entrelazado con los pliegues de su geografía y los vaivenes de su historia. Es posible a veces unir algunos de esos hilos, superponerlos, valorar su forma y su color, darles un perfil definido. En ese perfil pueden hallarse motivos para interrogaciones interesantes. O lecturas inesperadas.
Eso ocurre con dos exposiciones realizadas recientemente en Madrid --Principio Potosí y Pintura de los Reinos-- centradas en el desarrollo artístico y cultural de la América hispana en los siglos XVI, XVII y XVIII. Muy diferentes entre sí en cuanto a sus características y objetivos, fueron sin embargo organizadas en torno a recorridos, o relatos sobre las obras expuestas, que valdría la pena relacionar. Ambas entrelazan procesos diversos: Conquista, evangelización, mestizaje, acumulación de capital, violencia, producción de imágenes, modernidad, Renacimiento, monarquía planetaria, identidades compartidas, globalización. 

POTOSÍ. Dibujo del cronista indio
 Felipe Waman Puma de Ayala.
Comienzos del siglo XVII.
En la cima de la montaña,
el escudo de Aragón y Castilla
sobre la imagen de la mina de Potosí 
Principio Potosí parte de la ciudad minera boliviana que en el siglo XVI tenía unas dimensiones equiparables a las de Londres o París y de cuyas entrañas era extraído el mineral --la plata-- que entraba en Europa a través de Cádiz y Sevilla. Organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía –un museo dedicado a la cultura moderna y contemporánea— reúne un muestrario muy heterogéneo, desde imágenes religiosas sincréticas americanas y pintura barroca virreinal hasta obras de una docena de artistas latinoamericanos de hoy, informes políticos y sociales de diversas zonas del mundo, vídeos, instalaciones y obras conceptuales que, partiendo de una realidad situada cinco siglos atrás (de un principio en sus varios significados), aluden a fenómenos actuales como la transformación de Rusia o el surgimiento de un nuevo proletariado en China en el contexto de la mundialización.
Los organizadores de  Principio Potosí  se propusieron “replantear el concepto de modernidad”  y “corregir muchos puntos de vista de la occidentalizada visión poscolonial sobre la Conquista” de América, iniciando un debate abierto que no se clausure con el final de la muestra, cuyo subtítulo reza: “¿Cómo podemos cantar el canto del Señor en tierra ajena?” (1).

INMACULADA CONCEPCIÓN.
Anónimo limeño.
Último cuarto del siglo XVII.
Convento de San Francisco. Lima.
Foto: Daniel Giannoni.
Pintura de los Reinos, por su parte, reunía --bajo el subtítulo de Identidades compartidas en el mundo hispánico-- 120 cuadros de gran formato ilustrativos de la extensión que tuvo “la cultura pictórica en los reinos americanos de Nueva España y Perú”.  Sus dos sedes fueron sendos edificios dieciochescos: el Museo del Prado y el Palacio Real madrileño. En este caso, la exposición no trataba de "subrayar diferencias” sino de "crear un contexto que permita al visitante asistir al proceso que inició y consolidó la pintura iberoamericana, proceso entendido como un diálogo con gran variedad de estímulos, entre ellos los artistas y las pinturas que llegaban desde Europa: artistas europeos que formaron parte del discurso pictórico americano al desplazarse a América…”
Situado de esta manera, el panorama de la época anticipa el poderoso influjo que estas obras sufrieron como vehículos de una misión evangelizadora. “Del siglo XVI al XVIII, el área cultural más grande era el territorio de la monarquía española, el primer imperio mundial. Los Países  Bajos eran su frontera septentrional; la Península Ibérica, su centro, y América, su frontera occidental. Asimismo había asentamientos españoles en el este de Asia, donde Manila era el centro”. En esos dominios se fueron desarrollando complejos procesos de formación de “un lenguaje visual común” a través de “hombres, modelos y obras de arte en tránsito” que produjeron “identidades compartidas y variedades locales” (2).
El mundo al revés. ¿Por qué Principio Potosí? La explotación de las minas de Potosí, ordenada en torno del sistema de la mita, por el que las poblaciones indígenas esclavizadas trabajaban en condiciones infrahumanas, “supuso la primera acumulación de capital del período moderno”, afirma Manuel J. Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía. “¿Qué sucedería –se pregunta-- si sustituyésemos el ego cogito de Descartes por el ego conquiro de Hernán Cortés? ¿Qué pasaría si en lugar de empezar el relato moderno en la Inglaterra de la Revolución Industrial o en la Francia de Napoleón III lo hiciésemos en la América de los virreinatos? Las respuestas a estas preguntas nos ofrecen, sin duda,  una perspectiva bastarda de la historia y una visión espinosa e irreconciliable de la modernidad que, sin embargo, parece dibujar una genealogía muy verosímil del globalizado mundo actual”.
En torno de la dinámica económica de la mina latía un fuerte potencial simbólico: “El cerro Potosí, rico en vetas de plata, se levanta en cuanto núcleo productivo –y se diría inagotable— del Virreinato del Perú, descubierto como un milagro inesperado del Nuevo Mundo”, describe la profesora de Literatura Hispanoamericana Esperanza López Parada en la revista Carta. “Potosí se erige en poderosa máquina alegórica, fundadora de una conflictiva modernidad, una especie de umbral de todo lo conocido, el gran órgano productor que expele una abundancia incontable”.


PRINCIPIO POTOSÍ. Vista parcial de la exposición en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Muestra la coexistencia de lenguajes y medios expresivos diversos.

Las imágenes generadas en ese contexto generan una densa transformación de los propósitos evangelizadores. Borja-Villel lo subraya así: “Las pinturas coloniales de Caquiaviri o Calamarca  [Bolivia]  respondían a la doctrina eclesiástica del momento y su función era pedagógica, pero la intervención en el lenguaje pictórico, importado desde la metrópolis, permitía la inversión de las estructuras sociales. Los santos y las vírgenes eran reactualizados en las fiestas y ritos indígenas, fomentando una religiosidad híbrida cuya función era de resistencia al proyecto colonizador”. En ese proceso la clave residía en el lenguaje: “El arte es político precisamente porque su propia estructura poética tiene algo de inasimilable”.
Principio Potosí ofrecía un recorrido no lineal sino en varias direcciones a través de las obras, en un espacio abierto y de diferentes alturas. Una simultaneidad cruces estéticos y temporales sostenidos por una reinterpretación de la historia: “Nuestro proyecto quiere dejar constancia de que es imposible pensar la sociedad europea moderna  y su sistema económico sin sus condiciones coloniales y los crímenes asociados a ellas; quiere señalar que estas condiciones han seguido vigentes hasta hoy y en todas partes. En esta dinámica se libera una producción masiva de imágenes, que primero llegan en barco a las colonias y, una vez allí, generan imágenes propias. Aquí mostramos algunas de ellas como testimonios de que la hegemonía cultural no es una dimensión simbólica sino una violencia”.
Mestizaje cultural. Pintura de los Reinos partía de otros supuestos: “Esta exposición ha sido concebida para analizar el fenómeno del mestizaje cultural en el arte de la pintura de los dominios americanos de la monarquía española desde mediados del siglo XVI hasta finales del siglo XVII”, explica el hispanista estadounidense Jonathan Brown, catedrático de Historia del Arte y especialista en la pintura española del Siglo de Oro.
Una monarquía en cuyos reinos europeos florecía una gran diversidad artística, manifestada con lenguajes y estilos diversos. La primera parte de la muestra, referida a España, Italia y Flandes, daba cuenta de los pasos desarrollados para la formación de ese “lenguaje visual común”. Se trata de una época de esplendor, fruto de un complejo desplazamiento de influencias, que distaba de conformar un modelo artístico único. “El reinado de los Reyes Católicos fue una etapa de expansión política y territorial de los reinos ibéricos, propiciando o ahondando interconexiones entre Flandes, Castilla y el mundo atlántico, por un lado, y Aragón, Italia y el ambiente mediterráneo, por otro”, recuerda la profesora de Historia del Arte Paula Revenga Domínguez. Atendiendo a la importancia de esas rutas, “que desarrollaron la modernidad europea y renovaron el arte en el paso del siglo XV al XVI” es como puede entenderse en toda su dimensión la complejidad de la producción artística de la Corte.
Brown agrega que desde finales de la Edad Media la pintura en España estuvo condicionada por esos contactos. Valencia absorbía influencias italianas, y Castilla sintonizaba más con los Países Bajos. El arte flamenco e italiano dominaba en los talleres de Sevilla: “Estas corrientes pictóricas convirtieron a España en una especie de crisol a medida que los artistas locales fueron adaptando su trabajo con el fin de satisfacer a una clientela de gustos diversos”.

VIRGEN DE GUADALUPE (S.XVII)
Antonio Rodríguez, novohispano.
Colección particular. Ciudad de México.
Foto: Rafael Doniz.
El proceso se trasladó también a los dominios americanos. Pero allí adquirió, inmerso como estaba en el marco de la Conquista y la evangelización, la forma de una batalla. Brown la describe así: “Los primeros pobladores españoles se enfrentaron en Hispanoamérica a desafíos artísticos de una magnitud desconocida hasta entonces. Pese a toda su brillantez y sofisticación, las culturas nativas existentes habían de ser desmanteladas, pues eran un obstáculo en su misión de promover la religión católica y convertir a la población pagana local a un nuevo sistema de creencias”. “La lucha por el control de los espacios sagrados entre los conquistados y los conquistadores –resume-- se tradujo en una batalla de imágenes; para finales del siglo XVI las artes nativas estaban en retirada”.
Los pintores europeos, muchos de ellos españoles, o los nacidos en el Nuevo Mundo, integraron ese desplazamiento que se observa como una forma de mundialización: “Desde un punto de vista contemporáneo”, señala Luis Eduardo Wuffarden al analizar la transmisión de los modelos, “resulta cada vez más evidente que la compleja trama de interrelaciones determinada por aquel conglomerado de reinos, tan heterogéneo y de alcances planetarios, tuvo como consecuencia inmediata una primera globalización de la cultura”.
La respuesta “local” a ese proceso no ha sido uniforme. “En los virreinatos”, matiza Brown, “los pintores europeos tuvieron una actividad más intensa al comienzo del período. Mientras los indígenas de Nueva España habían creado un lenguaje visual sofisticado, en Perú la población inca halló otros medios de comunicación visual”. La producción artística reunida en la última parte de la exposición – “identidades compartidas y variedades locales”— se centraba principalmente en obras pintadas en México, Puebla, Lima, Arequipa y Cuzco.
Los cuadros de la muestra, de un valor artístico notable, pertenecen por su parte a colecciones de España, EE UU, Italia, México, Perú, Portugal y El Vaticano. Son obras de españoles como Francisco de Zurbarán o Claudio Coello, italianos como Bernardo Bitti, flamencos como Martín de Vos, y novohispanos como Cristóbal de Villapando, Basilio de Salazar, Antonio Rodríguez o Juan Correa, entre otros, junto a significativas pinturas de autor anónimo.
Preguntas del presente. En paralelo a este proceso de mestizaje, algunas poblaciones americanas habían dado testimonio directo de la llegada de los europeos. En una antología ya clásica aparecida a finales de los años cincuenta del siglo XX, Visión de los vencidos (3), el antropólogo e historiador mexicano Miguel León-Portilla reunió textos e ilustraciones en los que indígenas nahuas y mayas hacían su propio relato de la Conquista española, en las primeras décadas del siglo XVI. Ambas fueron culturas con historia, escritura y transmisión oral. Extraídos de varios códices de la época, estos testimonios, cantares, poemas y relaciones indígenas formulan una amplia visión de su propia derrota. Complementan así, desde otro lugar, los relatos de los misioneros y los escritos de “los cronistas de Indias” que fueron recibidos con gran interés en Europa.
León Portilla observa que los descendientes de los pueblos originarios exigen en el presente “ser escuchados y tomados en cuenta. La palabra comienza a resonar con fuerza. En un mundo amenazado por una globalización rampante, ella es preanuncio de esperanza. Nos hace ver, entre otras muchas cosas, que las diferencias de lengua y cultura son fuente de creatividad perdurable”.  Y agrega que "el examen sereno del encuentro de esos dos mundos, el indígena y el hispano, de cuya dramática unión México y los mexicanos descendemos, ayudará a valorar mejor la raíz más honda de nuestros conflictos, grandezas y miserias".
Hace una década, por su parte, y coincidiendo con el cambio de siglo y de milenio, el investigador francés Serge Gruzinski subrayó al analizar estos choques que la mezcla de culturas encubre fenómenos inconexos y situaciones extremadamente diversas. En su estudio dedicado a la cultura amerindia  y la civilización del Renacimiento --El pensamiento mestizo (4)--  se formula estas preguntas: “…este proceso –que rebasa manifiestamente las fronteras de lo cultural— plantea otra cuestión, tan evidente que a menudo terminamos por no tener en cuenta: ¿por qué alquimia se mezclan las culturas, en qué condiciones, en qué circunstancias, según qué modalidades, a qué ritmo?”
Gruzinski, que ha analizado el mestizaje en la creación y las imágenes de nuestra época, recuerda que desde el Renacimiento la expansión occidental ha provocado mestizajes en el mundo junto a reacciones de repulsa. Y señala que las primeras mezclas de proyección planetaria estuvieron estrechamente ligadas “a las premisas de la globalización económica que se inicia en la segunda mitad del siglo XVI, un siglo que visto desde Europa, América o Asia, fue, por excelencia, el siglo ibérico, del mismo modo que el siglo XX se ha convertido en el siglo norteamericano”.


PRINCIPIO POTOSÍ. Un espacio abierto donde recorrer la muestra en varias direcciones.

El circuito de las mezclas culturales se abre, así, a un abanico de interpretaciones que no necesariamente se excluyen, pero en cuya relación laten fuertes tensiones, indirecta o expresamente vinculadas al presente. El relato propuesto en las dos exposiciones comentadas, sin desligarse enteramente de las obras, adquiere por eso una cierta autonomía. Muestra las bifurcaciones, los contrastes, las rupturas con que se siguen abordando los procesos culturales vividos en América en tiempos de la Conquista.  Cruces (improbables) entre la hegemonía cultural entendida como violencia o como diálogo con variedad de estímulos. Hibridación de significados. Fases discontinuas, choques, interacciones. Batallas por el sentido de las imágenes. Un puente problemático para aludir al mundo de hoy en uno de sus interrogantes fundamentales.

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(1) Alice Creischer, Max Jorge Hinderer y Andreas Stickmann son los comisarios de Principio Potosí.  Se expuso en Madrid (de mayo a septiembre de 2010), en la Haus der Culturen der Welt de Berlín (de octubre de 2010 a enero de 2011) y puede verse en el Museo Nacional de Arte y el Museo Nacional de Etnografía y Folklore de La Paz (Bolivia) entre febrero y mayo de 2011. Una abundante información y análisis complementario pueden consultarse en el número 1 de Carta, revista de pensamiento y debate del Museo Reina Sofía, primavera-verano de 2010.
www.museoreinasofia.es/exposiciones/2010/principio-potosi.html 


(2) Pintura de los Reinos fue comisariada por Jonathan Brown y se expuso en las dos sedes madrileñas citadas (de octubre 2010 a  enero de 2011). El catálogo de la muestra, reúne, además de imágenes y ficha técnica de los cuadros, varios estudios sobre cada uno de los temas enumerados.
www.museodelprado.es/exposiciones/info/en-el-museo/pintura-de-los-reinos/ 


(3) Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista. Introducción, selección y notas de Miguel León-Portilla. Vigesimoséptima edición, con un nuevo capítulo: “Lo que siguió”. Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.

(4) El pensamiento mestizo (Editorial Paidós, Barcelona, Colección Bolsillo 2007). Serge Gruzinski, especialista en temas latinoamericanos, es paleógrafo, doctor en Historia y director de investigaciones del CNRS de París.