Antología
Emilio
Adolfo Westphalen (Lima, 1911-2001).
“Es evidente
para mí que el acto de creación no se realiza en un trance o un éxtasis y menos
puede ser el resultado de cálculos y
reflexiones. Exige más bien que el pretendido poema reniegue de su yo, ceda a
la corriente poética y se deje llevar, en imprevisible carrera, por esas aguas
pertinaces y vivas que al cavar su propio lecho dan vida y forma al poema”. E. A. W.
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Viniste a posarte...
Viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo
Gota dulce y pesada como el sol sobre nuestras vidas
Trajiste olor de madera y ternura de tallo inclinándose
Y alto velamen de mar recogiéndose en tu mirada
Trajiste paso leve de alba al irse
Y escandiado incienso de arboledas tremoladas en tus manos
Bajaste de brisa en brisa como una ola asciende los días
Y al fin eras el quedado manantial rodando las flores
O las playas encaminándose a una querella sin motivo
por decir si tu mano estuvo armoniosa en el tiempo
O si tu corazón era fruta de árbol o de ternura
O el estruendo callado del surtidor
O la voz baja de la dicha negándose y afirmándose
En cada diástole y sístole de permanencia y negación
Viniste a posarte sobre mi copa
Roja estrella y gorgorito completo
Viniste a posarte como la noche llama a la creaturas
O como el brazo termina su círculo y abarca el horario completo
O como la tempestad retira los velos de su frente
Para mirar el mundo y no equivocar sus remos
Al levantar los muros y cerrar las cuevas
Has venido y no se me alcanza qué justeza equivocas
Para estarte sin levedad de huida y gravitación de planeta
Orlado de madreselvas en la astrología infantil
Para estarte como la rosa hundida en los mares
O el barco anclado en nuestra conciencia
Para estarte sin dar el alto a los minutos subiendo las jarcias
Y cayéndose siempre antes de tocar el timbre que llama a la muerte
Para estarte sitiada entre son de harpa y río de escaramuza
Entre serpiente de aura y romero de edades
Entre lengua de solsticio y labios de tardada morosidad acariciando
Has venido como la muerte ha de llegar a nuestros labios
Con la gozosa transparencia de los días sin fanal
De los conciertos de hojas de otoño y aves de verano
Con el contento de decir he llegado
Que se ve en la primavera al poner sus primeras manos
sobre las cosas
Y anudar la cabellera de las ciudades
Y dar vía libre a las aguas y canto libre a las bocas
De la muchacha al levantarse y del campo al recogerse
Has venido pesada como el rocío sobre las flores del jarrón
Has venido para borrar tu venida
Estandarte de siglos clavado en nuestro pecho
Has venido nariz de mármol
Has venido ojos de diamante
Has venido labios de oro
(Del libro Abolición de la muerte, 1935)
Viniste a posarte sobre una hoja de mi cuerpo
Gota dulce y pesada como el sol sobre nuestras vidas
Trajiste olor de madera y ternura de tallo inclinándose
Y alto velamen de mar recogiéndose en tu mirada
Trajiste paso leve de alba al irse
Y escandiado incienso de arboledas tremoladas en tus manos
Bajaste de brisa en brisa como una ola asciende los días
Y al fin eras el quedado manantial rodando las flores
O las playas encaminándose a una querella sin motivo
por decir si tu mano estuvo armoniosa en el tiempo
O si tu corazón era fruta de árbol o de ternura
O el estruendo callado del surtidor
O la voz baja de la dicha negándose y afirmándose
En cada diástole y sístole de permanencia y negación
Viniste a posarte sobre mi copa
Roja estrella y gorgorito completo
Viniste a posarte como la noche llama a la creaturas
O como el brazo termina su círculo y abarca el horario completo
O como la tempestad retira los velos de su frente
Para mirar el mundo y no equivocar sus remos
Al levantar los muros y cerrar las cuevas
Has venido y no se me alcanza qué justeza equivocas
Para estarte sin levedad de huida y gravitación de planeta
Orlado de madreselvas en la astrología infantil
Para estarte como la rosa hundida en los mares
O el barco anclado en nuestra conciencia
Para estarte sin dar el alto a los minutos subiendo las jarcias
Y cayéndose siempre antes de tocar el timbre que llama a la muerte
Para estarte sitiada entre son de harpa y río de escaramuza
Entre serpiente de aura y romero de edades
Entre lengua de solsticio y labios de tardada morosidad acariciando
Has venido como la muerte ha de llegar a nuestros labios
Con la gozosa transparencia de los días sin fanal
De los conciertos de hojas de otoño y aves de verano
Con el contento de decir he llegado
Que se ve en la primavera al poner sus primeras manos
sobre las cosas
Y anudar la cabellera de las ciudades
Y dar vía libre a las aguas y canto libre a las bocas
De la muchacha al levantarse y del campo al recogerse
Has venido pesada como el rocío sobre las flores del jarrón
Has venido para borrar tu venida
Estandarte de siglos clavado en nuestro pecho
Has venido nariz de mármol
Has venido ojos de diamante
Has venido labios de oro
(Del libro Abolición de la muerte, 1935)
Riqueza
No poseer
sino
Unos cuantos
recuerdos:
Todo lo que
uno
Pueda
llevarse
Cuando
muere.
El grito…
El grito de
las aves gira como una espada
(Del libro Belleza de una espada clavada en la lengua,
1980)
Destino en blanco
Fuele
ofrecido un libro en blanco al nacer al infante gótico o neorromántico por Hada
Madrina renga retuerta gaga bajo alas de algodón hidrófilo someramente
chamuscadas. El desconcierto fue tan grande que aún se oye el eco en las
retumbantes bóvedas que protegen el sueño o catalepsia de todas las eternidades
habidas y por haber.
Ídolo
Se
arremolinaron de repente las palabras para formar un bloque compacto e
indisoluble al cual no quedaba sino someterse.
Hojas secas
Esfuerzo
titánico, en consecuencia vagamente grotesco, por ampliar y superar lo caduco y
perecedero nombrándolo reflejos, granos o partículas de eternidad.
(Del libro Máximas y mínimas de sapiencia pedestre,
1982)
Tumba grande
El tren se
ha detenido en el silencio opaco y sin ecos de la noche anónima. Es la llegada
a término – no se reanudarán ya más ni agitación ni bullicio ni carcoma.
Sobresalto y deslumbramiento
Inverosímil
rostro radiante – vecino tanto como aquel adivinado en actos o ensueños de amor
– surge de pronto del torbellino y agolpamiento de gente por calles y plazas —
más bello que cresta de ola absorbiendo
todo espacio al redor. (Nada – lo sabes — sólo mil años de castigo sin
perdón a quien pierda semejante joya en la vorágine).
Dudoso pasaje al éxtasis
En cualquier
edificio elevado una interrupción de la corriente suspende el ascensor en
tiniebla completa. Su único ocupante clama ayuda en vano. Exhausto siente
reabsorberse todo a su alrededor. Se dilata el espacio o se contrae – es igual
— arrastrando consigo al tiempo. Es el fin y es el principio. Sospecha entonces
el neófito que si levanta la losa de compacta noche que le agobia entraría de
lleno en otro vacío – el atiborrado y luminoso que depara todo goce y
conocimiento.
Lo propio acaso del poeta
Pone el
hombro para que el peso muerto del sueño no agriete y traiga abajo abultada y
divagante nave cósmica – incierta entre más lleno y más hueco - realidad ligera
y tierna por irremediable.
(Del libro Amago de poema – de lampo – de nada,
1984).
***
En el Gran
Teatro del Mundo se ha dado fin a la enésima representación del Gran Teatro del
Mundo. Una tibia y terrosa niebla se ha apropiado esta vez de todos los
rincones de todos los humores de todos los horizontes. Asfixia y ceguera paralizan
a actores y espectadores que son todos espectadores y actores. Alguien acude a
la alarma – que no funciona. Otro tira de un telón desaparecido. El Gran Teatro
del Mundo ha dejado de ser Mundo de ser Teatro de ser Grande.
Visible
resta apenas diminuto boliche oscuro – que cuervo u otra ave de mal agüero – se
zampará por equívoco.
***
Por magia o
sabiduría –arcana o burlona – se crearon mundos de esplendor y de miseria. Fueron enseguida entremezclados
conforme a la ley de improbabilidades. Repartición semejante de bienes y
entuertos no ofende en modo alguno la justicia más estricta y exigente.
***
Súbito e
irresistible deseo de morder labios jugosos coralinos húmedos – de hincar
pausadamente (pero fuertemente – pero implacablemente) los dientes en boca
entreabierta. Sentir ahogarse en la propia garganta el grito de sorpresa – de
dolor – de goce de quien comparte tal acción propiciatoria y desconsagrante.
Rito
alucinado – pero instante más vívido que cualquier imagen deshojada del olvido.
(Los tres
poemas últimos, sin título, pertenecen al libro Ha
vuelto la Diosa Ambarina, 1988).
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FRASEO
Apariciones y desapariciones
José Ángel Valente
(…) La
palabra es en el poema de Westphalen una teoría de resurrecciones. Palabras,
antepalabras y silencios. Esa textura resulta particularmente perceptible
cuando los poemas de Westphalen se llevan a la voz y se ve ésta obligada a pausas
e intervalos tanteantes para saber o para medir cómo y por dónde ha de seguir
leyendo.
(…) Hay
desde luego en Westphalen el largo arrastre de una tradición profundamente
interiorizada; San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Góngora, pero también
Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna. Blake deja en él huellas
perdurables, como las dejan Pound y Tzara y lo mejor del movimiento
superrealista. Más hay, asimismo, una honda y muy selectiva inserción en el
contexto que le es propio o más cercano,
el singular contexto limeño de los años treinta.
(…) No forma el poema su totalidad por progresión continua,
sino por perpetuo recomenzamiento. Volvemos una y otra vez a la palabra
inicial, palabra de la germinación, que recita ininterrumpidamente el comienzo
o el origen. Estado natural o estado de gracia de la palabra. El sentido
naufraga en su noche. Noche del sentido en la que la palabra es un solo
aparecer oscuro de materias lumínicas y el poema ese solo aparecer, ese oscuro
fulgor. Ser y materia del poema ante los que cabría decir, como escribe
Westphalen, “me deslumbra tanta noche”.
***
Tanto los poemas de Westphalen como el análisis de Valente han sido tomados de la antología Bajo zarpas de la quimera (1930- 1988), publicada por Alianza Tres en Madrid en el año 1991.
Existe en España una publicación posterior titulada Simulacro de sortilegios, que reúne la poesía completa del escritor peruano, publicada por Visor Libros en 2006. Esta edición fue preparada por Marco Martos.
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