Octubre, para la memoria política del siglo XX, es el mes de la Revolución bolchevique de 1917. Nacida contra el atraso secular y el despotismo de la Rusia zarista, dispuesta a conquistar un futuro sin límites en el corazón de las masas, este laboratorio de transformación de lo humano contuvo y proyectó, en su inapelable fracaso histórico, una de las tragedias centrales de la modernidad. La densidad y dramatismo de su desarrollo --que atraviesa en varias direcciones la historia contemporánea-- resistió a los ocultamientos interesados y las visiones reductoras que se enfrentaron en la Guerra Fría, aunque las preguntas que deja abiertas hoy nacen de un mundo que ya es pasado y sin embargo no termina de entrar en la historia.
Este octubre ha coincidido en Madrid el comienzo de varias muestras en torno de la historia y la cultura rusas (y de la que fue soviética durante 70 años). Una confluencia excepcional de tres grandes exposiciones, diversas pero notables, a las que se suman estudios documentales, ciclos de cine, referencias musicales y consultas bibliográficas sobre esa producción cultural, que la ciudad albergará hasta comienzos de 2012.
Herencia de los zares. En el Museo del Prado se exhiben más de 170 obras de la colección enciclopédica del Hermitage de San Petersburgo, atesoradas en los siglos XVIII y XIX en las colecciones de los zares y que reúne desde piezas arqueológicas, armas y joyas --algunas de ellas del siglo V antes de Cristo— hasta excelentes pinturas, dibujos y esculturas de los siglos XVI al XX, además de artes decorativas tanto orientales como occidentales. El Hermitage en el Prado (1) pertenece al rubro de grandes exposiciones que durante varios meses convocan a miles de visitantes y fue organizada en el marco del llamado Año Dual España-Rusia 2011, un intercambio de producciones culturales entre ambos países. El pasado febrero se realizó en San Petersburgo una muestra inversa a la actual, El Prado en el Hermitage, con una selección de obras de la pinacoteca española, que fue vista por más de 250.000 personas.
TAÑEDOR DE LAÚD Fragmento del óleo sobre lienzo (1596) de Caravaggio Portada del catálogo de la exposición |
En el Museo Romántico de Madrid, por su parte, una pequeña muestra de obras –retratos y paisajes-- procedentes del Museo Pushkin de Moscú ofrece una pincelada íntima de la cultura decimonónica rusa (2).
Las otras dos grandes exposiciones, que resultan complementarias por sus enfoques y desarrollo, están centradas en el siglo XX. En primer lugar, La Caballería Roja, creación y poder en la Rusia soviética de 1917 a 1945, realiza un recorrido histórico que parte de las vanguardias surgidas en los primeros años de la Revolución de Octubre y culmina en el final de la Segunda Guerra Mundial. Las obras muestran las cambiantes y radicales tendencias estéticas y culturales revolucionarias, su extraodinario potencial creativo y las dramáticas tensiones mantenidas entre sus creadores y el poder político, desde los años fundacionales del leninismo hasta el apogeo del estalinismo. Esta muestra ocupa cinco salas de La Casa Encendida madrileña (3) e incluye, en un afán panorámico, actividades como la literatura, el teatro, el cine, la música, la danza, o el cartelismo propagandístico, además de un acopio amplio de documentos, fotografías y ediciones de libros y revistas vinculados con cada una de las etapas trazadas en el itinerario. Todo ello está reflejado en un sustancial catálogo (4). A esta exposición está dedicada la presente crónica.
En segundo lugar, Aleksandr Deineka (1899-1969), una vanguardia para el proletariado, presenta en la Fundación March (5) la obra de la figura más destacada de realismo socialista soviético, que enlaza su formación plástica en los años veinte, en medio de las tendencias avanzadas de entonces, y su recorrido posterior por el credo estético oficial de los años del estalinismo. Más de 80 trabajos propios --desde colaboraciones como grafista e ilustrador hasta obras murales de gran formato-- se ponen en relación y contrapunto con otras tendencias artísticas surgidas a los largo de casi cuatro décadas. Con un total de 250 trabajos reunidos, se trata de la retrospectiva más amplia de este artista personalísimo exhibida fuera de Rusia y profundiza en un período cuyo conocimiento ofrece muchas lagunas. A ella estará consagrado un próximo artículo.
Octubre, año cero. La sintética cronología histórica que acompaña La Caballería Roja tiene especial importancia, al tratarse de una muestra que intenta relacionar las creaciones culturales y el poder político, los conflictos o la sintonía entre ambos, las polémicas de las distintas corrientes revolucionarias, los dramas sociales y económicos, la represión, las guerras (6).
El portal de la muestra enuncia estos propósitos: “La Caballería Rusa analiza el encuentro entre las especulaciones estéticas y el compromiso político en la Rusia soviética desde la Revolución de Octubre hasta la Segunda Guerra Mundial. Las diferentes estrategias del Estado, bajo los mandatos de Lenin y de Stalin, en la imposición de su ideología; y la contribución de los creadores –artistas, escritores, músicos, cineastas y dramaturgos— a la construcción de la nueva cultura soviética: la participación activa de unos, el aislamiento de otros, y la progresiva desilusión y desesperación de muchos”. Y agrega: “El objetivo y motor de esta exposición consiste en reivindicar el enorme talento de los creadores de estos años, algunos de ellos prácticamente desconocidos en nuestro país, y la fabulosa actualidad de su debate intelectual y estético”.
En un arco que va desde
Rosa Ferré, comisaria de La Caballería Roja, sitúa de esta manera el momento histórico en que arranca la muestra: “En los años veinte –y en progresión exponencial y terrorífica en los años treinta— cualquier elemento de la vida cotidiana, de las rutinas diarias, se convirtió en ideológicamente significante, objeto de debate y de revisión constante” (…) “El proyecto bolchevique aspiraba, literalmente, a crear una nueva humanidad. Hasta entonces ningún régimen se había propuesto un objetivo tan ambicioso. Pero ¿quién iba a escribir ese nuevo mundo poblado de hombres nuevos? ¿Con qué lenguaje, con qué símbolos y con qué imágenes iban a llenarse sus páginas?”. Las respuestas no fueron unánimes: “Durante la década de 1920, diversos grupos de artistas lucharon entre sí para erigirse en los representantes legítimos de la nueva cultura soviética. Los debates sobre teoría y práctica artística y los radicales experimentos que se llevaron a cabo fueron de una riqueza y profundidad asombrosas, hasta el punto de que en la actualidad siguen siendo pertinentes y objeto de continua revisión. No obstante, se mostraron estériles a la hora de establecer un arte comunista”. Una cuestión que quedó pendiente hasta que, a comienzos de los años 30, “Stalin entró en la torre de Babel, la limpió a fondo con sus propias manos y tiró por el desagüe una concentración única de talento” (4).
El relevo. En la primera sala, dedicada a La toma del poder y el relevo de las élites culturales, se muestran afiches, maquetas y carteles vanguardistas de agitación y propaganda; un gran retrato del poeta Vladímir Mayakovski, pintado por Aleksandr Deineka, y obras de Vasili Kandinsky, Marc Chagall, Aleksandr Ródchenko, y Pável Filónov. También un retrato de la poeta Anna Ajmátova, realizado por Kuzmá Petrov-Vodkin, junto a ediciones de obras literarias publicadas en los años veinte.
Es el momento de los primeros artistas exiliados a causa de la política de Lenin, de la conformación de grupos culturales completamente identificados con la Revolución, y también de un sector de “compañeros de viaje” que apoya el proceso pero con cierta distancia. Según la documentación obtenida tras la reciente apertura de los archivos soviéticos, Lenin no se interesaba demasiado por los experimentos formales de los artistas revolucionarios y entendía poco el arte abstracto y la obra futurista que desarrollaba, por ejemplo, Mayakovski, uno de los artistas más célebres en Rusia al producirse la Revolución.
VAGÓN DE UN AGIT-TREN Maqueta de los trenes "literarios y de instrucción" que llevaban la propaganda a los pueblos en los primeros años veinte |
RETRATO, de Liubov Popova Óleo sobre lienzo (1916) |
CÍRCULOS SOBRE NEGRO, de Vasili Kandinsky Óleo sobre lienzo (1921) |
COMPOSICIÓN, de Aleksandr Ródchenko Óleo sobre lienzo (1918) |
En la segunda sala, Todo es experimento, se aborda el papel de las nuevas instituciones pedagógicas. Christina Lodder, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Edimburgo, subraya que los Talleres de Enseñanza Superior de Arte y Técnica de Moscú (Vjutemas), creados en 1920, “fueron un importante centro de experimentación e innovación radical en materia de educación artística, donde se formuló el concepto moderno de diseño y se desarrollaron programas innovadores para la formación de artistas y diseñadores”. Siguiendo los aportes de la vanguardia abstracta, en especial de Kazimir Malévich, y de las esculturas de Vladimir Tatlin, el nuevo estilo “abarcaba tanto las artes plásticas como los objetos cotidianos”. El Lissitzky, Aleksandr Ródchenko y Liubov Popova estaban en primera línea de esta tendencia. En los talleres experimentales, los constructivistas rusos pusieron en práctica sus ideas, concebidas como preparación para el trabajo real en las fábricas. Lodder señala que, “aunque los Vjutemas gocen de menor celebridad, la importancia de sus experimentos en el campo del diseño y de sus radicales innovaciones pedagógicas es equiparable a la de la Bauhaus”. En esta época, Kandinsky emigra a Alemania para dar clases precisamente en la célebre escuela de diseño radicada en Weimar.
Como reacción en el terreno cultural a los efectos políticos de la Nueva Política Económica (y al “conformismo” y “la automatización” de la vida social), se constituyó en 1923 el Frente de Izquierda de las Artes (Lef), integrado por formalistas, constructivistas y productivistas. El grupo mantuvo hasta 1925 la revista del mismo nombre, que defendía “la primacía de lo real sobre la ficción”. Se exhiben en la sala ejemplares de esa revista y documentación referida al grupo.
A continuación hay un singular despliegue de diseños de escenografías y vestuarios vanguardistas para obras de teatro y ballets, algunos de ellos del cineasta Serguéi Eisenstein. En el caso del teatro, surge aquí la figura del director Vsévolod Meyerhold, que entre 1920 y 1921 crea su propia compañía experimental y desarrolla su propuesta escénica opuesta a las convenciones del teatro naturalista.
HERODIADE, de Alexandra Ekster Diseño de vestuario para la obra de Oscar Wilde Salomé Gouache y pintura de bronce sobre cartón (1917) |
LA CASA DE LOS CORAZONES ROTOS, de Seguéi Eisenstein Diseño de escenografía (1922) para la obra homónima de George Bernard Shaw |
BIZIAKS, de Ródchenko Estudio para quiosco de prensa (1919) Gouache y tinta china sobre papel |
TELÓN, de Aleksandr Jvostenko-Jvostov Diseño para la escenografía de la obra Misterio bufo, de Mayakovski Lápiz, acuarela, gouache y appliqué sobre cartón (1921) |
LA ÓPERA DE CUATRO CUARTOS de Vladímir Stenberg y Gueorgui Stenberg Escenografía (1930) para la ópera homónima de Bertolt Brecht |
REVISTA DEL FRENTE DE IZQUIERDA DE LAS ARTES (1924), editada por Mayalovski, con cubiertas de Ródchenko |
SERGUÉI EISENSTEIN Entre 1920 y 1930 Archivos Keystone, Londres |
Sueños y pesadillas. En la sala siguiente se muestran los alcances de las aspiraciones utópicas de la ingeniería social para superar el horizonte de la época: por ejemplo, la fabricación del primer instrumento electrónico comercializado en el mundo, creado por el inventor Lev Theremin en 1919, que produce sonidos sin necesidad de que lo toque el intérprete (hay una réplica del mismo en la exposición); la visión pictórica de los sonidos musicales; la invención de maquetas para la construcción de máquinas voladoras; o la realización de filmes sobre la exportación de la sociedad revolucionaria a otros planetas como Marte.
PRESENTIMIENTO COMPLEJO, TORSO CON CAMISA AMARILLA de Kazimir Malévich óleo sobre lienzo (1932) |
CONSTRUCCIÓN PICTÓRICO-MUSICAL de Mijaíl Matiushin Óleo sobre tabla (1918) |
LEV THEREMIN (1896-1993) Tocando el instrumento electrónico de su invención |
"AELITA, REINA DE MARTE" (1924) La sociedad utópica llega a otros planetas Film de Yakov Protazánov |
Paralelamente, en fecha tan temprana como 1920, el ingeniero naval y escritor Yevgueni Zamiátin había escrito su novela Nosotros, una narración que anticipa la conversión de la sociedad utópica liberadora dominada por la tecnología, en su opuesto, una distopía con rasgos totalitarios en la que las personas han sido reducidas a números. Nosotros, escrita en ruso, fue censurada y no pudo leerse en la URSS hasta 1988, aunque había sido publicada en Europa primero en inglés en 1924 y más tarde en francés. Zamiátin, que inicialmente había simpatizado con la revolución bolchevique se exilió en París, donde murió olvidado. Nosotros (9) es un claro antecedente de las posteriores y célebres Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, y 1984, de George Orwell, publicada en 1949.
En esta misma sala se exhibe un significativo cuadro de Malévich: Presentimiento complejo: torso con camisa amarilla (1932). Y también una serie de documentos en torno de la reveladora obra La chinche (de 1929), una comedia fantástica en nueve cuadros escrita por Mayakovski, con música de Dimitri Shostakóvich (hay fragmentos de la partitura original), dirección de Meyerhold y diseños escenográficos (también exhibidos aquí) de Ródchenko. La primera parte de esta obra estrenada en Moscú transcurre en 1929 y la segunda es imaginada en 1979, para expresar finalmente la idea de que la felicidad universal es incompatible con la libertad individual. El poeta manifiesta en ella, un año antes de suicidarse, su idea compleja y ya desesperanzada de la sociedad ideal.
LA DAMA Y EL GAMBERRO Película de 1918 dirigida y protagonizada por Mayakovski |
El humo de las fábricas. Después de la muerte de Lenin, se abre la lucha frontal por el poder entre Stalin, que propone desarrollar un rumbo político sintetizado en la frase “construir el socialismo en un solo país”, y el internacionalismo y "la revolución permanente" encarnados por Trotski, entre otros dirigentes que son derrotados. Tras el final de la Nueva Política Económica y en el contexto del Primer Plan Quinquenal, la política cultural acentúa su giro con relación al pasado inmediato. Evgeny Dobrenko, profesor de la Universdad de Sheffield especialista en temas de Rusia, lo define así: "El realismo socialista, base del arte estalinista, sustituyó al arte revolucionario a finales de los años veinte, cuando ya no había duda de que el sueño del comunismo universal se derrumbaba. Para la construcción del socialismo en un solo país hacía falta un proyecto estético absolutamente distinto: en lugar de una utopía ilusoria, una ilusión de realidad. De esta forma surgió el realismo socialista, el realismo de un sueño".
En la sala correspondiente a este período, además de los carteles y los fotomontajes destinados a promover la producción en el campo y la ciudad –bajo el lema El humo de las fábricas es la respiración de la Rusia Soviética— se suma la promoción de los deportes, con algunos cuadros y fotomontajes que exaltan esa actividad. Se proyectan asimismo fragmentos del film Entusiasmo (1931) de Dziga Vértov, quien diez años antes había creado el grupo Kinok (cine y ojo), cuyo objetivo, apartado de convenciones del cine tradicional, era reflejar “la verdad de la vida” a través de la rápida sucesión imágenes rodadas sin puesta en escena y articuladas en el montaje.
CONSTRUIMOS EL SOCIALISMO de Yuri Pímenov Impresión tipográfica sobre papel (1928) |
LA JUVENTUD COMUNISTA AL ASALTO DE LA SIEMBRA de Gustavs Klucis Litografía sobre papel (1930-31) |
En 1926 se publica el libro de relatos Caballería roja, de Isaac Bábel. Shostakóvich compone La nariz, su primera ópera, basada en un relato de Nikolái Gogol; después de algunas representaciones es retirada del repertorio y acusada de “formalista”. Se muestran en la sala algunos diseños para la representación de su ballet El perno.
LENIN Y LA MANIFESTACIÓN de Isaak Brodski Óleo sobre lienzo (1919) |
BUSTO DE STALIN, de Nikolái Tomski. Mármol, década de 1950. Al lado, texto del epigrama de Ósip Mandelstam contra Stalin (1933) |
El musicólogo Pascal Huynh recuerda que en 1948 las autoridades soviéticas organizaron una conferencia de músicos, en las que participaron 70 ponentes, para reivindicar el legado clásico ruso y el realismo musical y censurar los “extravíos formalistas”. Allí fueron criticados los dos principales compositores de la época, Shostakóvich (1906-1975) y Serguéi Prokófiev (1891-1953), “cuyos itinerarios opuestos compartían la condena del aparato del Estado”. Unos años antes, la unidad nacional rusa propiciada por la invasión de las tropas nazis había procurado un ambiente más favorable. La lucha antifascista fue asumida entonces por músicos y compositores, que dieron muchos Conciertos en el frente y, como Shostakóvich, hicieron la banda sonora de numerosas películas patrióticas. Después de la guerra, prosiguieron las campañas contra “el cosmopolitismo”, dirigidas principalmente contra los judíos, que padecieron cineastas, músicos y escritores. (4).
Varios cuadros de gran tamaño ilustran la sala dedicada al realismo socialista, así como imágenes fílmicas de comedias musicales que ofrecen una imagen optimista de la vida soviética: una exaltación de héroes individuales surgidos de las clases trabajadoras. En 1936 se produce el primer juicio estalinista de Moscú. Son fusilados importantes dirigentes y líderes militares del Partido Comunista. Al año siguiente, se reitera un juicio-espectáculo de características similares en el marco de una década de terror represivo. Sólo en 1938 fueron detenidos por la policía secreta alrededor de 600.000 acusados de crímenes contrarrevolucionarios, de los cuales más de la mitad fueron fusilados y el resto enviados a campos de trabajo o deportados. Muchos escritores y artistas sufrieron también esa suerte.
Los grandes cuadros de Deineka, como Estajanovistas (1937), estudios gráficos para Iván el Terrible (1943), de Eisenstein, y la proyección de escenas de este film y de Aleksandr Nevski, cierran La Caballería Roja. Son los años de la participación de la URSS en la Segunda Guerra Mundial, tras ser invadida por la Alemania nazi, del largo sitio de Leningrado, que costó a los soviéticos enormes pérdidas humanas y materiales, de la batalla de Stalingrado y del final de la guerra con la conquista de Berlín.
TRABAJADORES TENDIENDO LA VÍA FÉRREA DE MAGNITOGORSK, de Kuzmá Nikoláyev Óleo sobre lienzo, 1930 |
LA AMISTAD DE LOS PUEBLOS de Stepán Kárpov óleo sobre lienzo (1923-24) |
DANDO LA VIENVENIDA A LA HEROICA TRIPULACIÓN de Piotr Máltsev Óleo sobre lienzo (1936) |
"LA SENDA LUMINOSA" (1940) Una visión optimista de la realidad Film de Grigori Aleksandrov |
ESTAJANOVISTAS , de Alekandr Deineka Óleo sobre lienzo, 1937 |
IVÁN EL TERRIBLE de Eisenstein (1943) |
Ricardo San Vicente, en el artículo Terror y plata, y Vitali Shentalinski en El Maestro y el Vozhd, la reserva “comunismo universal”, relatan los casos de algunos escritores destacados, incluyendo información procedente de la apertura de los archivos literarios del KGB.
“A semejanza de la llamada Edad de Oro de la literatura rusa –el período comprendido entre 1810 y 1830, que vio florecer a Aleksandr Pushkin y a sus contemporáneos— el momento de máxima eclosión cultural en Rusia, a caballo entre los siglos XIX y XX, se conoce como la Edad de Plata”, escribe San Vicente, profesor de literatura rusa, quien destaca varias figuras “cuyo resplandor ha llegado a nuestros días”: Anna Ajmátova, Borís Pasternak, Ósip Mandelstam o Marina Tsvetáyeva, “víctimas y a la vez hijos de la Revolución rusa de 1917” .
“La nueva generación de poetas, narradores, dramaturgos, pintores e intelectuales rusos parecía fundir en sus diversos crisoles los despojos del arte, del lenguaje, del pensamiento del pasado, de la versión ilustrada y hegeliana del mundo del viejo siglo, alumbrando un arte y una visión del mundo donde la nueva palabra se erigía en vehículo de un nuevo sentido”, añade.
El periodista y escritor Shentalinski (10), por su parte, señala: “Stalin prefirió ser un héroe de libro a ser poeta [en su juventud, escribía versos]. Toda su vida fue un apasionado de la literatura, hasta un extremo enfermizo que le hacía tenerla en su punto de mira, bajo el control más absoluto”. En consecuencia, “la gama de represión sufrida por los escritores no tuvo límites. No sólo se fusiló, se encarceló y se condenó a prisiones y campos de trabajos forzados (…) sino que también se mutilaron las vidas, se prohibieron los libros y se represaliaron las obras de quienes no fueron enviados tras las alambradas”. Asimismo, “todos los escritores relevantes tuvieron su particular romance con el poder del Kremlin”.
El caso de Gorki (1868-1936). Fundador de la literatura soviética, emigró poco después de la Revolución. Pero cuando Stalin llegó al poder, logró que el escritor volviera a la URSS y cayera “en una jaula dorada de la que nunca más pudo salir”.
Mijaíl Bulgákov (1891-1940). Tras una época en que se dejaron de publicar sus libros y representar sus obras, el autor de El maestro y Margarita se dirigió al Gobierno pidiéndole autorización para salir del país o, en su defecto, que le dieran un empleo. Finalmente, en una conversación telefónica con Stalin, el escritor admitió quedarse en la URSS y se le otorgó un trabajo. No obstante, no se representó ni publicó ninguna obra suya hasta después de su muerte.
RETRATO DE MAKSIM GORKI de Isaak Brodski Óleo sobre lienzo (1937) |
Borís Pasternak (1890-1960). En 1933 se prohibió la publicación de su autobiografía en prosa. Al año siguiente, en una conversación telefónica con Stalin, defendió a Mandelstam, que había sido arrestado. Fue elegido para la dirección de la Unión de Escritores en la que se consolidó el realismo socialista. Salió indemne de los años de la lucha contra “el formalismo” y de las purgas a otros escritores. Su obra El doctor Zhivago se publicó en Italia en 1957.
Isaac Bábel (1894-1940). Formó parte de los servicios soviéticos de defensa e inteligencia y fue miembro de la célebre Caballería roja que da título a su libro de relatos. Sin embargo, muchos años después, en 1939, fue detenido y al año siguiente fusilado bajo la acusación de espiar para los Gobiernos de Austria y de Francia. No aceptó esos cargos, aunque realizó una autocrítica, tras meses de interrogatorios, por haberse desviado del camino de la Revolución.
Anna Ajmátova (1889-1966). Su obra poética recogió en gran parte las tragedias de su vida. La guerra, la detención en un campo de prisioneros de su hijo, el fusilamiento de su primer marido. En Réquiem (1935-40) expresó parte de ese itinerario. Su último marido, el crítico de arte Nikolái Punin, también fue arrestado, acusado de actividades antisoviéticas, y murió en el Gulag en 1953. Réquiem (11) comienza así: “Jamás busqué refugio bajo cielo extranjero/ ni amparo procuré bajo alas extrañas./ Junto a mi pueblo permanecí estos años,/ donde la gente padeció su desdicha”.
Osip Mandelstam (1891-1938). Fue uno de los padres del acmeísmo, corriente poética esteticista alejada del simbolismo y también de las diversas vanguardias de la época. Su célebre epigrama contra el dictador es de 1933 (“…siempre se nombra al montañés del Kremlin/ Sus dedos son gordos como gusanos, grasientos,/ y sus palabras son certeras, como enormes pesas de balanza.). Poco después es detenido y deportado a Vorónezh. Pasternak intercede por él, y se aplaza la decisión sobre su suerte. En 1937 Mandelstam escribe una oda en alabanza de Stalin con la esperanza de salvar a su mujer. Más tarde le diría de ese poema a su amiga Ajmátova: “Ahora sé que se trataba de una enfermedad”. El poeta murió en un campo de trabajo. Hasta 1988 no se publicaron en Rusia los poemas de Cuadernos de Vorónezh (12). En ese libro, escribió el 14 de diciembre de 1936: “Estoy en el corazón del siglo. El camino es oscuro. / Pero el tiempo aleja el fin: / el fatigado fresno de un bastón/ y el miserable musgo del cobre”.
Anna Ajmátova (1889-1966). Su obra poética recogió en gran parte las tragedias de su vida. La guerra, la detención en un campo de prisioneros de su hijo, el fusilamiento de su primer marido. En Réquiem (1935-40) expresó parte de ese itinerario. Su último marido, el crítico de arte Nikolái Punin, también fue arrestado, acusado de actividades antisoviéticas, y murió en el Gulag en 1953. Réquiem (11) comienza así: “Jamás busqué refugio bajo cielo extranjero/ ni amparo procuré bajo alas extrañas./ Junto a mi pueblo permanecí estos años,/ donde la gente padeció su desdicha”.
RETRATO DE ANNA AJMÁTOVA de Kuzmá Petrov-Vodkin Óleo sobre lienzo (1922) |
(1) El Hermitage en el Prado. Del 8 de noviembre de 2011 al 25 de marzo de 2012. Museo Nacional del Prado. Madrid. Exhibe una selección de más de 170 piezas del museo de San Petersburgo, que resumen casi 2500 años de la historia del arte. Los fondos del Hermitage proceden de las colecciones de los zares Pedro I, Catalina II y Nicolás I y fueron nacionalizados tras la Revolución de 1917.
Comisario general: Mikhail Piotrovsky, director del Museo del Hermitage.
En el tiempo que dure la muestra se realiza un ciclo de Obras maestras del cine ruso.
(2) El romanticismo ruso en la época de Pushkin. Del 22 de septiembre al 18 de diciembre. Museo del Romanticismo. Madrid.
(3) La Caballería Roja. Creación y poder en la Rusia soviética de 1917 a 1945. Del 7 de octubre de 2011 al 15 de enero de 2012. La Casa Encendida. Madrid. Presenta más de 200 obras procedentes de los más importantes museos estatales de Rusia y de colecciones particulares. Muchos de los materiales de archivo se exponen por primera vez ante el gran público. La muestra cuenta con la colaboración del Ministerio de Cultura de Rusia y del Museo Estatal y Centro de Exposiciones ROSIZO.
Comisaria: Rosa Ferré.
Se mantiene en este artículo la transcripción de los nombres rusos tal como figuran en la exposición.
Al finalizar el recorrido, la sala de consulta ofrece una selección de libros de los poetas y escritores representativos de la literatura soviética de las décadas de 1920 y 1930. En la biblioteca y en la mediateca de La Casa Encendida, por su parte, existe un fondo más amplio de libros, películas y documentales referidos a los temas y autores citados en la muestra.
En el espacio de documentación audiovisual pueden oirse fragmentos literarios en las voces de, entre otros, Gorki, Ajmátova, Mandelstam o Shólojov. En este lugar puede verse de forma continuada una muestra singular del primer cine revolucionario: la película La dama y el gamberro, dirigida y protagonizada en 1918 por Mayakovski.
Existe una audioguía que permite recorrer la exposición oyendo fragmentos de la música soviética de cada período, en una selección preparada por el especialista Pascal Huynh y realizada en colaboración con la Cité de la Musique de París.
Entre las actividades complementarias a la exposición se realizan: un ciclo de música experimental rusa, una muestra del estado actual de las artes escénicas rusas de vanguardia, un ciclo de cine contemporáneo ruso. En el mes de octubre se proyectó, en tres sesiones, el extraordinario film-ensayo (de casi diez horas de duración) Noticias de la antigüedad de la ideología: Marx-Eisenstein- El Capital (2008), del cineasta alemán Alexander Kluge. En noviembre y diciembre se proyectan –entre otros films-- Entuziazm, sinfoniya Dombassa (1930), de Dziga Vertov; El último bolchevique (1993), de Chris Marker; My Perestroika (2010), de Robin Hessman, y El arca rusa (2002), de Alexander Sokurov.
La Casa Encendida:
(4) La Caballería Roja. Catálogo de la exposición. 624 páginas. Reúne abundante documentación grafica de las obras expuestas y numerosos estudios sobre diversos campos de la cultura soviética. Entre ellos: Marcha a la izquierda. Cultura política y política cultural en la Rusia revolucionaria de los años veinte, de Evgeny Dobrenko; El tiempo se acelera, de Rosa Ferré; El Frente de Izquierda de las Artes (LEF), de Juan Ledezma; El papel del fotomontaje en la configuración de la política de la Unión Soviética, de Iveta Derkusova; Los pioneros rusos del arte del sonido en los años veinte, de Andréi Smirnov y Liubov Pchólkina; Utopía, distopía y ciencia ficción, de Anthony Anemone; El retorno épico. Cultura política y política cultural en los años treinta, de Evgeny Dobrenko; El realismo socialista desde el punto de vista de la crítica de arte, de Ekaterina Degot; y Sinfonías de Octubre. Prokófiev, Shostakovich y la propagnda estalinista, de Pascal Huynh.
Cronología (1905-1966), de Rosa Ferré y Clara Grífol.
(5) Aleksandr Deineka (1899-1969). Una vanguardia para el proletariado. Del 7 de octubre de 2011 al 15 de enero de 2012. Fundación Juan March. Madrid.
(6) En este sentido, una de las pocas ausencias que es posible advertir entre las actividades complementarias a la exposición es la de un coloquio entre historiadores de la revolución soviética, que hubiera permitido enriquecer las interpretaciones e incorporar investigaciones actuales a la luz de los documentos hechos públicos tras la desintegración de la URSS. Falta asimismo la mención de las fuentes en algunos datos significativos que integran los textos documentales de la muestra.
(7) Las fechas de la Revolución de Octubre corresponden al calendario juliano por el que se regía Rusia. El país adoptó poco después, en enero de 1918, el calendario gregoriano, vigente desde entonces, según el cual la fecha del estallido de la Revolución sería el 7 de noviembre de 1917. La referencia mítica e historiográfica sigue siendo, no obstante, Octubre.
(8) Literatura y revolución. Otros escritos sobre la literatura y el arte. De León Trotski. Dos tomos. Editorial Ruedo Ibérico, 1969. Impreso en Francia.
(9) Nosotros, de Evgueni Zamiátin. Ediciones Akal, Madrid, 2008.
(10) Autor de la trilogía que revela los descrubrimientos de los archivos literarios del KGB: Esclavos de la libertad (2005), Denuncia contra Sócrates (2006) y Crimen sin castigo (2007). Galaxia Gutenberg/ Círculo de lectores.
(11) Réquiem y otros escritos. De Anna Ajmátova. Epílogo de Joseph Brodsky. Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores. Barcelona, 2000.
(12) Cuadernos de Voronezh. De Osip Mandelstam. Prólogo de Anna Ajmátova. Ediciones Igitur, 1999.