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miércoles, 12 de febrero de 2014

Chris Killip, el documentalista de la ausencia

El mundo fotografiado por el notable artista británico Chris Killip (Douglas, Isla de Man, 1946), aquel de los astilleros y de las minas de carbón del norte de Inglaterra, de las industrias tradicionales y del trabajo manual, desapareció en menos de dos décadas, aunque en el momento de buscar con pasión esas imágenes, frecuentadas desde su infancia, la ausencia no era previsible de la manera tan veloz y radical como se dio. “He vuelto a esos sitios y lo que había ya no está, es decir que estas fotografías han adquirido un extraño poder testimonial”, comenta Killip, satisfecho porque ahora esos rostros anónimos de  la clase trabajadora británica puedan verse en unas grandes y algo desangeladas salas del Museo Reina Sofía de Madrid, que alberga la retrospectiva Trabajo/ Work dedicada a su obra. (1). “Es muy emotivo ver mi trabajo en este marco precioso, gran parte de los que aparecen en las fotos son gente común, personas que no son homenajeadas generalmente. Estoy interesado en la gente que vive la historia, que no es una historia escrita sino observada. Siempre hay que buscar que se exprese auténticamente lo que está frente a ti”.




El trabajo de Killip (2) , uno de los renovadores de la fotografía de postguerra, se inspira en los fotógrafos que en los años treinta abrieron nuevas vías para la expresión de un mundo social documentado en imágenes y que en los años sesenta se reactivó significativamente en Gran Bretaña. “La fotografía que practico sucede en un lugar y un tiempo específicos y capta momento reales de la vida de las personas. La historia suele escribirse desde la distancia, casi nunca desde el punto de vista de aquellos que la padecieron”, afirma.

Esa especificidad hace que el actual sea un momento muy apropiado para valorar estas imágenes del pasado reciente, señala el ensayista y curador británico David Campany (3), ya que no están tan frescas en la mente de los espectadores ni tan consolidadas como parte de la historia. También esa corta distancia permite asociar, como se ha hecho, el trabajo paciente y solitario de Killip en el norte de Inglaterra con los estragos sociales causados por la era conservadora de Margaret Thatcher. El fotógrafo cree que el asunto es más complejo, entre otras cosas porque el período que abarca su obra –en el museo se exhiben trabajos realizados entre 1968 y 2004— es mucho más amplio, aunque admite ser “el fotógrafo de la desindustrialización de Inglaterra”.

Sin embargo, la ambigüedad de algunas  imágenes hace que estas se independicen de un ámbito referencial preciso y sean sometidas a lecturas diversas. El caso de una fotografía tomada por Killip en 1976, Joven en un muro (Jarrow, Tyneside) resulta paradigmático. Es la imagen, muy ampliada, que anuncia la exposición en el frente del Reina Sofía y ha sido portada de libros del fotógrafo británico. Podría ser la foto de un joven desocupado, víctima de la citada política económica y social. “Pero la he tomado tres años antes de que asumiera Thatcher, cuando el primer ministro era el laborista James Callaghan", aclara Killip. "Se escapa de ti lo que la gente interpreta”.


"JOVEN EN UN MURO"
Jarrow, Tyneside, 1976
En relación con esta foto emblemática, el fotógrafo y curador Gerry Badger subraya que observando el angustiado lenguaje corporal uno puede llegar a la conclusión apresurada de que se trata de un joven que ha esnifado pegamento, aunque se trate de un escolar de ropas raídas, con frío y aburrimiento. El tipo de botas que lleva, agrega Badger, simboliza a un tiempo su agresividad y su vulnerabilidad. Las resonancias más amplias de esta imagen derivan seguramente del hecho de que la fotografía fue tomada en Jarow, el nombre de un lugar emotivo para la historia social de Inglaterra, después de la marcha que en 1936 protagonizaron allí los trabajadores de los astilleros contra el desempleo masivo en el área.





Esta madeja de relaciones se fue tejiendo desde que el joven Christopher David Killip, que dejó la escuela a los 16 años,  se trasladó de la pequeña Isla de Man donde se había criado a Londres, donde fue fotógrafo freelance: “Mis primeros retratos los hice como fotógrafo de playa, trabajando a comisión y diciendo `sonría, por favor’.  El retrato es un hilo que atraviesa y unifica toda mi obra.” Pero la decisión de abandonar los trabajos comerciales para dedicarse enteramente a construir una obra personal independiente se produjo inspirado por grandes fotógrafos documentalistas modernos como August Sander, Walker Evans o Robert Frank, cuyas obras vio en una muestra del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

En 1970, a los 24 años, Killip volvió a la Isla de Man, donde trabajó en el pub de su padre por la noche y durante el día estableció una relación constante con paisajes y pobladores, origen de la visible empatía que trasuntan sus imágenes. En este y otros escenarios, el fotógrafo presenció el formidable cambio producido por el abandono de una industrialización que venía del siglo XIX y había marcado la vida y las costumbres de los trabajadores, que se hallaban en proceso de creciente marginalización. El libro Isla de Man reúne parte de ese trabajo y tuvo una edición limitada en 1973, pero siete años más tarde se publicó acompañado por textos del escritor y crítico de arte británico John Berger. Este libro inicial, de estructura clásica, fue comparado con una gran novela realista.

CHRISTOPHER KILLIP
"En cierto modo me veo a mí mismo como un historiador,
pero no de la palabra".

Procedente de un hogar cuyo padre tenía convicciones de izquierda, Killip se sumó al grupo de jóvenes artistas que, en medio de esta radical transformación, orientaron su lenguaje fotográfico y convirtieron la cámara en instrumento de cambio social. También impulsó esta corriente como colaborador de revistas influyentes como Creative Camera,  comisario de exposiciones en los años setenta y ochenta, y cofundador --y director un tiempo-- de la Side Gallery de Newcastle. En 1988 se publicó su segundo libro, In Flagrant, cuyas imágenes fueron exhibidas en el Victoria and Albert Museum de Londres y en otras ciudades europeas y significó un reconocimiento internacional para Killip. En este caso, siempre conservando la extraordinaria expresividad de sus imágenes, el libro fue asociado a la época de los tres gobiernos de Margaret Thatcher, iniciada en 1979, y que, entre otras cosas, laminó la industria tradicional de Escocia, Gales y el norte de Inglaterra.

Otro de los trabajos que ilustran un cambio de época es el de las fotografías que en 1989 le encargara la empresa Pirelli, y que muchos años más tarde integraron el libro Pirelli Work. El objetivo era retratar a los trabajadores de la fábrica de neumáticos. Killip recuerda ahora las dificultades técnicas que tuvo para hacer estas fotografías en el ambiente de oscuridad en que se hacía esta producción, pero a la vez la colaboración que encontró entre sus modelos, “que estaban orgullosos de su condición de obreros”.


PIRELLI WORK
"Este lugar de trabajo se convirtió, en un modo muy literal para mí,
 en un teatro. Yo registraba la perpetua reescenificación de un ritual forzoso,
con su propia y agotadora melodía, eso que llamamos trabajo".

Más de un centenar de fotografías reunidas para esta exposición, que incluyen las tomadas a los peregrinos de Irlanda a quienes acompañó durante una década hasta 2005,  muestras de distintos aspectos de su obra, no demasiado conocida, reflejan el encadenamiento narrativo de sus series,  y explican la influencia que ha tenido en distintos cultores de la imagen documental. Killip  obtuvo en 1989 el premio internacional de fotografía Henri Cartier Bresson y desde 1991 es profesor en la universidad de Harvard. En la entrevista que en 2012 le realizara Ute Eskildsen, proyectada en una de las salas del Reina Sofía, el fotógrafo británico explica su reticencia inicial frente al mundo de la docencia –que sólo practica en Estados Unidos, donde reside— y las aperturas de criterio que ha encontrado entre sus alumnos, además otras diferencias entre  ese país y su Inglaterra natal.

En un ensayo sobre la obra del fotógrafo (4), Gerry Badger señala que Killip es un “testigo apasionado” al que le interesan la autenticidad de las imágenes y cuya mirada como reportero no se caracteriza por "un voyeurismo autoindulgente” sino por un “imperativo moral”. No es un sociólogo con una cámara, no es un historiador. Es un artista, un poeta. Sus exigencias formales están siempre presentes en la obra del fotógrafo, que encierra un cierto romanticismo, siempre atemperado por el realismo, e incluso por el pesimismo.












Las imágenes del fotógrafo británico --con frecuencia de individuos, a veces de familias, menos de grandes grupos de gente-- no persiguen el documento puro, sino que son una interpretación, una mediación, que puede ser vista como una meditación sobre la comunidad, sobre aquellos que han perdido el sentido de pertenencia a una comunidad, concluye Badger: “Nacemos solos, morimos solos, pero entre tanto, señalan las imágenes de Killip con elocuencia, estamos mejor resistiendo juntos, luchando juntos. Si hay algún tipo de redención en su trabajo no reside tanto en sus cualidades formales sino en esto”.



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1- Museo Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Exposición Trabajo/Work, de Chris Killip. Abierta hasta el 24 de febrero de 2014:

2- Página web de Chistopher Killip:

3- Arbeit / Work (Steidl / Museum Folkwang, 2012), con textos de David Campany y Ute Eskildsen.

4- Chris Killip55 (Phaidon Press, 2001), con texto de Gerry Badger.


Otros libros publicados por el fotógrafo británico:

Isle of Man (Zwemmer, 1980), con texto de John Berger.

In Flagrante (Secker & Warburg, 1988) con textos de John Berger y Sylvia Grant.

Pirelli Work (Steidl, 2006), con texto de Clive Dilnot.

Here Comes Everybody (Thames & Hudson, 2009).

Seacoal (Steidl, 2011).